Extra

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"Si vamos a perder, que sea el miedo de arriesgarnos por un amor cliché, por unos ojos verdes como los de él".

Cierro el libro entre mis manos y respiro hondo orgullosa de todo lo que leí. Pasé muchos tiempo esperando por esto y, hoy, al fin, lo tengo entre mis manos. El romance entre ellos siempre estuvo llena de amor y esperanza, es hermoso ver el resultado de su historia con el gran título que marcó el juramento entre Katherine e Ian. Me siento tan orgullosa de mi mejor amiga y de todo lo que ha pasado, que no puedo creer que ya han transcurrido seis años más. 

Nuestras familias se hicieron más unidas de lo que ya eran y, un poco más grandes, también. Ellos tuvieron a su segundo hijo dos años después, un varón llamado Daniel Brand James, mientras que Jack y yo nos aseguramos de no perder el tiempo y crear a un par de gemelos, Nicolás y Margaret. Poco a poco fuimos construyendo una vida llena de felicidad y amor. Queda de más decir que los hombres de esta gran unión se hicieron expertos en béisbol y más de una vez fuimos por ellos hasta el colegio de nuestros hijas para sacarlos de la oficina de la directora por haber asustado a unos pequeños que quedaron viendo a nuestras hijas. 

Ellos, Ian y Jack, van todos los días a dejar a nuestras hijas. Mucho tiempo después, meses después, nos dimos cuenta que dentro del auto mantienen cervezas, sillas, una pequeña mesa y una radio para distraerse mientras esperan a nuestras hijas y se aseguran de que ningún niño se les acerque. Pero claro, ellos nunca iban a ser como nuestros padres.

Escucho que alguien toca la puerta y cuando esta se abre, veo a Katherine asomándose por la ventana. 

— ¿Lo has terminado de leer? — asiento — ¿qué piensas?

— ¿Por qué me has descrito tan dramática y loca? Que la virgen de la papaya te perdone, porque yo jamás lo haré.

Ella ríe. 

— ¿Puedes venir un momento con nosotros?

Me levanto de mi asiento para salir a la sala, de inmediato siento que dos manos me abrazan y me obligan a sentarme en una silla de metal en el centro de esta, mientras otras me atan de manos. Las luces son apagadas y la única que queda encendida es la luz que alumbra la cocina. 

Mis respiración comienza a acelerar, esto no me puede estar pasando a mí. ¿Qué mal hice en la vida? No es justo, claro que no lo es. Siempre he sido una gran persona, me enamoré y tengo tres hermosos hijos. He realizado todas mis cosas con buena fe, bueno, quizás no todas, pero es lo que puedo. Mis manos comienzan a temblar, pues se lo que se viene y juro que mi mente está maquinar un plan de esos en donde todo va a salir bien e iba a salir invicta de la situación. 

Veo el rostro de mi mejor amiga, ella está disfrutando este momento. Mi marido cargada a mi hija menor y, el marido de ella, cargada a su Daniel entre brazos. Por mi parte me encuentro sin moverme sobre la misma silla, comienzo a sentir un sudor frío recorriendo mi espalda y maldigo en todos los idiomas que sé. Recordé insultos que mi padre solía mencionar en cada momento del día. Supliqué y ¿por qué no? Quizás la virgen de la papaya, la papa y las buenas intenciones, me ayude a salir de este terrible momento. No lo sé, quizás el viento de Guadalupe quita esa cuchilla de mi rostro y me deja respirar o correr lo más rápido que puedo.

Una vez más suspiro mientras niego con mi rostro, ¿por qué carajos a mí?

— ¿Por qué me quieres hacer esto a mí? — le digo directamente — Yo que he sido tu amiga por tantos años. Yo que te he protegido y te he hecho reír. Yo que te cuido a la niña mientras vas a "reuniones" con tu marido. Yo la que te apoyó a ser feliz y te inspiró a ser mejor — golpeo el suelo con mi pie —. Yo que he sido un gran ejemplo de la sociedad y hasta podría ganar el premio nobel de la paz. ¿Sabías que yo podría ganarle a Malala?

Katherine estalla en una carcajada mientras niega con su cabeza.

— Códigos, Rosalina, códigos de la amistad que tú misma rompiste — saca una segunda navaja de su bolsillo —. Tengo un contrato firmado por ti, en donde dice que todos y cada uno de ellos se deben de cumplir. Así que ya te di demasiado tiempo. Tuviste más de cinco años de libertad, pero te lo dejé ir por motivos especiales, ya sabes.

Siento más sudor en mi cuello, mientras abro mis ojos como los de un chihuahuas.

Katherine se acerca lentamente al mismo tiempo que hace que las cuchillas choquen entre ellas mismas. Tomó mi rostro con sus manos, pero ¿cómo defenderme de ella si me encuentro sostenida de manos? Inclina mi rostro a un lado, luego al otro. Entonces acerca el filo de la navaja a mi ceja.

— ¡Espera! — gritan a un lado  — ¡Katherine, no puedes hacer eso! — Katherine se aleja frunciendo el ceño y observa a mi marido, el cual corre hacia la habitación y sale con nuestros celulares en mano — Necesito grabarlo primero.

Sí, mi marido me protegería de todo y todos, claro.

— ¡Juro por los pelos de Jack, que si no me sueltas ahora mismo Katherine James, te mato! — comienzo a moverme una vez más, pero sus manos toman mi barbilla y, poco a poco, siento como la pequeña máquina para rasurar pasa por mi ceja derecha — ¡Por las chapas de mi abuela, suéltame, maldita ingrata! — grito — ¡Loca! ¡Mi dignidad estúpida! ¡Que la virgen del papayal deje caer sobre ti una gran papaya! ¡Te odio!

No mucho tiempo después ella se aleja de mí, entre risas acompañada de mi cuñado y mi esposo, me sueltan las manos y me dejan levantarme. Corro al primer espejo que veo y ahogo un grito cuando noto mi rostro sin una única ceja. Entonces el alma volvió a irse de mi ser, pues esa área se encuentra blanca y me hace lucir peor. ¡Estaba pelona! ¡Era un chihuahua pelón!

— Me las pagaras hija de mal.

Camino molesta hacia Jack y quiero tomar entre brazos a mi bebe, pero él, al verme, abre sus pequeños ojos marrones y comienza a llorar aferrándose a los brazos de mi esposo. Mis amigos estallan en otra carcajada y, dentro de mi mente, saco pluma y papel.

Nota mental: Jamás volver a romper el código.

Nota mental: Jamás volver a romper el código

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