Capítulo 19

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Me detuve en medio de la calle pensando que algo me hacía falta

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Me detuve en medio de la calle pensando que algo me hacía falta. Miré a un lado, luego al otro y la sensación no se desvanecía, entonces comencé a recordar lo que había sido de mi vida en esa última semana, pero lo primero que se vino a mi mente fueron sus ojos verdes y el destello de alegría que me brindaba su sonrisa. 

Había pasado una semana desde mi terrible enfermedad. Ian cada vez estaba más atento y más detallista. En las mañanas llegaba con mi desayuno favorito sobre una bandeja, al medio día recibía rosas o incluso llegaba al trabajo solo para desearme un buen día, solía robarme besos cuando estaba distraída y luego se echaba a correr. Por último, luego de una larga jornada de trabajo en donde mi único objetivo era escribir mi primer libro, volvía a verlo. Él se proponía hacerme sonreír con alguna película en mano para comprar la cena conmigo, su misión era hacerme feliz o al menos así lo miraba.

Sabía a la perfección que estaba mal lo que hacía o, tal vez, no tan mal porque al fin y al cabo no tenía nada con nadie, pero en mi mente aún deambulaba la última promesa que le hice a Seth. Sin embargo sus detalles y sus risas llenas de locura me hacían querer gritar de emoción como una adolescente con su primer amor. Ilógico, pero Ian continuaba siendo mi primer amor y, de eso, jamás me libraría, por más pactos que hiciera. Él me hacía querer regresar el tiempo y aprovecharlo junta a él, revivir toda nuestra romántica etapa, pero no puedo y tampoco puedo volver a aceptarlo. La razón, todavía no me había encontrado, además, mis padres siempre me enseñaron a cumplir mis promesas y lo haré porque soy una idiota que se adelantó a los hechos, no obstante, esta idiota primero comenzará a descubrirse y ya luego verá con quien joderse la vida. 

Coloqué a Dante sobre el piso frío por la temporada y ajusté su pequeña camisa. Aún no había perdido mi costumbre de salir a correr algunas calles abajo pero, la diferencia es que, ahora salgo con la compañía de Ian. Recordando un poco de lo que había sido mi mañana llegué a la conclusión de que ese día había salido del edificio sin su presencia. Él, por primera vez, no estaba esperándome como solía hacerlo cada mañana. Seguro me lo encontraré después, pensé.

Las calles fueron pasando y pasando sin ni una señal de Ian. No sentía cansancio, ni ansiedad, tampoco deseos de comer, solo corría esperando que en cierto punto él estuviera esperando por mí, aunque eso no paso. Pasados varios segundos me detuve en medio de la calle, mi respiración era rápida y mi pulso estaba a poco de dispararse, ¿será que se quedó dormido? Miré a Dante, él estaba cansado y no lo culpaba, yo misma me había encargado de convertirlo en un pequeño peluche gordo. Terminé dando media vuelta cuando sentí que algo me hacía falta, en el camino pateaba cada una de las piedras que encontraba y, de vez en cuando, analizaba la situación de mi pequeño.

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