Capítulo 1

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No es casualidad que la vida te empuje al abismo de tus recuerdos y te obligue a encontrarte con algunas personas que dejaste en el paso

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No es casualidad que la vida te empuje al abismo de tus recuerdos y te obligue a encontrarte con algunas personas que dejaste en el paso. Había aprendido que esto sucede porque siempre queda algo por decir, aclarar, sentir o perdonar. Bien decía mi abuela que los viejos amores siempre reaparecen y, cuando eso sucede, tu vida se tambalea como nunca antes lo había hecho. Lastimosamente el amor no era como una cajita que todos tenemos por debajo de nuestras camas, un pequeño espacio donde podríamos guardar fotos y amores que, cuando es necesario, estos pueden ser olvidados con un poco de fuego y gasolina. El amor solo te demuestra de lo que eres capaz, aunque no lo creas, y lo entiendes hasta que estás ahí tomando tus maletas para viajar a una nueva vida junto a tu mejor amigo.

Pensé mucho en este momento, en lo que diría y en lo que muy probablemente haría. No estaba preparado, eso es claro, sino, no estaría de pie frente a una de las mejores cafeterías de la ciudad pensando si realmente era una buena idea entrar. Llevaba alrededor de media hora y las puntas de mis dedos comenzaban a entumirse gracias al frío. Volví a abrir el papel con la dirección de la cafetería asegurándome de que era una buena idea y, cuando pude decidirme, caminé hasta la entrada principal.

Empujé una de las puertas de la cafetería permitiendo que una anciana junto a su marido entraran antes que yo. Entré quitándome la bufanda que llevaba alrededor de mi cuello y me detuve justamente en la entrada ¿será esto una buena idea? Desde la entrada del lugar comencé a buscarla con mi mirada. Recorrí todo el salón de la cafetería en busca de algo que me indicara que ella estaba ahí. Mesas llenas de gente riendo con desayuno recién hechos, algunas personas solitarias leyendo un buen libro al mismo tiempo que absorbían un tanto de café, niños comiendo deliciosos pedazos de pasteles al lado de sus padres, meseras caminando de un lado a otro con las bandejas repletas de comida y ella sentada en la última mesa del salón. Su cabello estaba más largo de lo que recordaba tenía un color muy distinto y también estaba completamente liso en cascadas que terminaban en su espalda baja. Se notaba que andaba maquillaje y, si no me equivocaba, tenía las mejillas más gruesas con un ligero toque rosa. Estaba completamente perdida entre las líneas de un libro y, sobre la mesa, distintos platos con restos de comida.

Los dedos de su mano comenzaron a palpar la tabla de la mesa, pero su vista no se despegaba del libro con portada bañada de distintos colores. En un dado momento comenzó a reír y sus ojos se achinaron gracias a la poca presión de sus mejillas. Introdujo la mano dentro de un plato repleto de comida y tomó un trozo, el cual se comió sin piedad. Una señora chocó contra mi espalda ayudándome a dar el primer paso en su dirección. Suspiré retomando el propósito de mi camino y me dirigí hasta ella.

Caminaba entre pasos cortos y firmes, de más está decir que los nervios estaban palpables pues me imaginaba un buen golpe de bienvenida y solo esperaba que no fuera en mi entrepierna. Tiempo después me posicioné a un lado con la esperanza de haberme equivocado de persona y poder irme. Definitivamente estaba violando los términos de mi contrato. Ella, al sentir mi presencia, elevó su mirada hasta encontrarse con la mía, bajó su libro y dejó de comer.

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