El paso del tiempo

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Lo siento, papá. No quiso ver tu carta.

Quisiera decirte que no debes preocuparte por él, pero sé que eso sería inútil, solo puedo consolarte un poco diciendo que hasta ahora no ha hecho nada estúpido, ya sabes, cómo ponerse a cocinar o buscar alguna nueva profesión, sí que es un punto a favor, tampoco puedo decir que está bien, él en verdad está pasando un muy mal rato, intenta ocultarlo, aun cree que puede ocultar algo así de mí. Supongo que te pasa igual. Solo intenta no pensar mucho en esto, creo que con el tiempo se cansara de estar sin ti y quizás te dé la oportunidad de hablar, se lo pido todos los días, no me escucha, tampoco escucha a Tía Catarina, ella vino a visitarnos ayer, le tomo de la chaqueta y literalmente le ordeno que fuera a hablar contigo, sus argumentos eran que ella no soportaría cien años su mal humor, supuse que era un eufemismo, pero creo que no, claro que no.

No tengo mucho de qué escribirte, solo ha pasado una semana, aunque te extraño inmensamente, espero poder ir a verte pronto, Catarina podría cuidar de él un par de horas, espero y no lo mate o algo así. Las cosas aquí están... mal, es decir, terribles, apenas y habla conmigo e incluso Presidente esta decaído, parece muerto un par de veces, lo muevo con el pie para cerciorarme de no tener un gato zombi, eso sería absurdamente inoportuno. En fin, la casa se siente diferente sin ti, sin movimiento y sin luz, se siente como si el tiempo se hubiera detenido, aunque ahora más que nunca, sé que el tiempo sigue pasando, por desgracia así es.

¡Qué horror! No dije nada que pudiera animarte, perdóname, solo espero que todo esto termine pronto. Te extraño mucho, los extraño a ambos, a pesar de que estoy con papá, créeme, para nada es el mismo.

Te amo, papá. Solo tengo eso por ahora. TE AMO.

Max

Alec bajo la carta de su hijo, pensar en que solo había pasado una semana era desolador por completo, para él se había sentido una eternidad, no era como si sintiera mucho, no se lo permitía realmente, estaba pasando por una especie de aturdimiento, como si para poder soportarlo hubiera metido su corazón en hielo para congelarlo y no sentir como este moría lentamente, se sentía vacío, saber de su hijo le dio una luz de esperanza para terminar el día, muchas veces al estar solo en esa oficina se preguntaba acerca del sentido de estar ahí, de estar así, de ser el Cónsul, sin Magnus, las cosas carecían de sentido y valor, ahora todo lo que había pensado, las cosas que quería cambiar se habían convertido en humo, en sueños estúpidos de alguien que intentaba arreglar el mundo por las personas que amaba, pero si había traicionado a la persona que más amaba ¿Qué posibilidades tenia de intentar ofrecer algo mejor a quienes confiaban en él? Los deseos y anhelos de hacer lo mejor por los demás se había esfumado, todo eso se había ido, se había ido con Magnus Bane.

Alec mantenía una mano en su rostro mientras pensaba y seguía lamentándose por su situación, su oficina era el mejor lugar para ocultarse, el trabajo la mejor manera de mantenerse cuerdo, su puerta solo se abría a casos en extremo urgentes y eso le ayudaba. Se quedó inmóvil por mucho tiempo con su rostro cubierto y escuchando como el reloj le torturaba con su tic tac interminable. Cada segundo desperdiciado, sin Magnus, sin sentido.

Alguien llamo a la puerta.

- ¿Si? – Pregunto Alec con voz de hierro.

- Hubo otro ataque, señor, los rebeldes atacaron el reino Seelie en las afueras de sus tierras. - Los problemas se habían intensificado, Alec sentía que nadie podía no culparlo, el Cazador paso sus manos por su cabello con fuerza, tomo aire y se enderezo en su silla.

- Pasa. - Ordeno al informante.

Era hora de seguir fingiendo que podía seguir con su vida.

* * * * *

Guerra FríaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora