Tenía tantas ganas de decirle que eso era la tontería más grande. Que más que hacerme daño, ese beso había sido embriagador. Que había sido un beso excepcional. Pero me recordé a mí misma que era mejor ocultar mis sentimientos. Aún no era seguro. Una tarea casi imposible, contener por mucho tiempo, esa extraña atracción entre ambos. 

Lo que sentía por él me sometía, me hacía omitir cualquier razonamiento lógico. Quería traspasar límites que nunca antes había sentido la necesidad de transgredir.

  — No por supuesto que no lo has hecho, es sólo que me asusta... Me intimidas.

No sé hasta donde eres capaz de llegar. Tienes forma humana pero sigues siendo la Muerte. Estas apenas descubriendo los sentimientos humanos. Y si todo sale de control...— 

Lo que le estaba diciendo era parte de la verdad. No tenía idea de que tan lejos quería llegar Nahek. Y más ahora que ese beso nos había demostrado a ambos que nos podía llegar a valer un comino el recato. Había algo implícito entre esos besos.

A Nahek no lo culpaba, por que era un humano recién estrenado, que no sabía de sensaciones o sentimientos. Pero esa mezcla de curiosidad, inocencia, pasión era una combinación peligrosa que me resultaba demasiado atractivo.

Si lo pensaba tan solo un segundo, podría hacer con él lo que me viniera en gana. Al final yo llevaba más tiempo lidiando con eso de ser humana. De nuevo esos impulsos perversos se apoderaban de mí.

Creo que al final Canek no estaba tan lejos de la realidad, no era tan ingenua, ni tan virtuosa.

— Lamento haberte asustado, es sólo que no sé controlar esto, y era la primera vez que podía besarte sin preocuparme de tu vida. Los otros besos.— Nahek no concluyó la frase en seguida. Se quedó pensativo. 

 — Bueno terminaste en el hospital. Y ahora no quería dejar que esa sensación se fuera.— De nuevo se hizo el silencio. Pude sentir como ese magnetismo surgía de nuevo.

—Era algo tan fuerte, algo a lo que este cuerpo humano me empujaba. Es algo raro, ese cosquilleo que me hacía sentir en el pecho. Y sin embargo tenía esa necesidad de avivarla.— 

Sus palabras me hicieron recordar sus manos apretando con fuerza mi espalda para atraerme hacía él. Ese beso definitivamente había sido todo menos precavido o prudente.

Desvié mi atención hacia mi alrededor  estábamos en un bosque, apenas era visible lo que había alrededor. Aunque mis ojos ya se habían acostumbrado a la oscuridad. La luna estaba encima de nosotros como un gran farol que nos iluminaba. No me había dado cuenta de cuan quieto era todo, ni de las pequeñas luces que cintilaban a nuestro alrededor. Tampoco del sonido constante del agua que corría en algún lugar cerca de nosotros.

Fue cuando también fui consciente de la hojarasca y tierra bajo mis pies. Me entro un escalofrió.

Sentí como Nahek se acercaba hacia mí. Temblé, aunque no supe bien la razón, quizás fue el frío o el que pronto estaría de nuevo tan cerca de él. 

Quise pensar que era culpa del vestido ligero que llevaba. Fue cuando sentí que algo más abrigador de pronto me cubría.

En un reflejo mi mano izquierda fue hacia mí hombre derecho para sujetar el abrigo que era de él. Nuestros dedos se tocaron unos instantes. Sus manos eran finas y cálidas, aunque pude sentir las manos delgadas aunque varoniles de Nahek.

  — Es lo que hacen los caballeros ¿no? Eso creo que hacen.—  De nuevo esas pausas, estaba nervioso. ¡La muerte estaba nerviosa! 

—Es lo que he visto que hacen los hombres con sus citas.—  Fue lo que dijo Nahek.

Cuando la muerte se enamoreWhere stories live. Discover now