Un beso

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¿Has sentido esa sensación de opresión en el pecho, diciéndote que algo va a pasar? Que algo no está bien.
Que lo mejor sería quedarte encerrada en tu cuarto, en tu casa y no salir porque sientes ese algo. Ese extraño presentimiento, una sensación que sólo llega de forma inexplicable.

Así era como me sentía. Pero para mi desgracia, o mala suerte quizás, le había prometido a Adam que lo haría.

¿Que cosa? Me preguntarán.

Pues bueno. Una de las cosas que haríamos. Ir a una carrera de carros. Para ser más exacta la NASCAR estaría pronto en la ciudad así que... ¡Si! Ya han pasado un par de meses de que había dejado de tener contacto con la muerte. Y no sabía si preocuparme o no. Era la segunda vez que desaparecía y lo extrañaba. Me sentía culpable, sentía que lo había herido y no sabía ni por qué lo extrañaba.  Extrañaba a ese ser, que era una constante aún sin saberlo.
¿Podía ser posible?

Sin más y en contra de todo lo que me gritaba mi cuerpo, fui a la NASCAR y ¿adivinen quien era mi compañera?

Adam no sólo me había pedido que fuera a una carrera sino que también cumpliera con algo que el ya no pudo en vida. Llevar a Amelia a la NASCAR.

Cuando me lo pidió sentí un gran hueco en el estómago. Era como regresar a la realidad de que él no formaba parte del mundo de los vivos. Aunque cuando yo estaba con él, de alguna manera parecía serlo.

Le conté a Amelia y ella me dijo que se encargaría de todo, ella los compraría y le parecía una buena idea que ambas fuéramos juntas. Era una buena forma de honrar la memoria de Adam, eso es lo que ella decía.

Cada vez que Amelia mencionaba a su hermano mi corazón era apretujado, y me mordía los labios con fuerza para no decirle la verdad. Y es que también sentía que esa decisión le pertenecía a Adam, y quizás él no me perdonaría que metería a su pequeña hermana en asuntos de muertos y vivos y los no tan muertos como yo, esa decisión también le correspondía en cierta forma a él.

Al final había quedado de pasar por Amelia a su casa, un lugar que de solo recordar, mi corazón se aceleraba, me sentía tan nerviosa de solo pensar en los padres de Adam. En cómo sería verlos, mirarlos sabiendo que Adam podría comunicarse con ellos a través de mí.

Habíamos quedado en que dejaríamos mi auto en su casa y de ahí nos iríamos juntas. Lo que nunca me pude imaginar o tan siquiera pudiera pasar por mi mente fue lo que iba a pasar esa noche.

Eran cerca de las dos de la tarde cuando llegue a casa de Amelia, toqué el timbre pero nadie contestó, di la vuelta por el jardín pensando en poder encontrarla y en cambio, vi un joven reparando la motocicleta de Adam.

Algo se me removió en mi estómago, en mi corazón. Flashazos de recuerdos vinieron a mi mente. Tragué saliva y mi corazón se agitó. Podía jurar que era Adam reparando su moto. Pero sabía que no era él. Había sido un vistazo al pasado.

¿Quién se creía para toquetear la moto de Adam? Por que era su moto, la conocía perfectamente. Había estado en ella tantas veces aunque no me agradaba del todo. Yo era más bien una chica de autos.

Aquel joven pareció percatarse de mi presencia. En cuanto se movió, lo hizo su cuerpo bien definido, no era exageradamente musculoso pero sólo lo suficiente para que no pudieras evitar pasar desapercibido este detalle  y ¿que creen? Pues soy una simple mortal que puede quedar impactada por un par de músculos y brazos marcados.

Era humana después de todo. ¿No? 

Vi como se volteaba hacia mí y pronto se quitaba la protección que estaba usando para soldar y volvía a ver esos ojos avellana, achocolatados.

Cuando la muerte se enamoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora