Capítulo 25 - Duelen las palabras, ¿no?

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   JACE






El grisáceo cubría por toda la gran cuidad, el viento atropellaba a cada caminante y el frío entumecía a los más débiles. Rech manejaba por las acontecidas calles cubiertas de personas que marchaban a rumbos distintos, mientras que yo me dirigía a un lugar que desconocía por completo. Mis ojos quedaron fijados en la fotografía que sostenía de Laila. La había capturado con mi antigua cámara hace años cuando creía que todo iba bien y según lo planeado. Fue lo único que me quedó de aquella época y a la que me aferré para continuar. Había pasado dos semanas y un día desde que la he visto por última vez. Me la habían quitado de las manos y desde ese suceso pasaron muchas cosas y cada decisión que tomé fue importante, todo valió con tal de poder seguir con vida y tenerla de nuevo en mis brazos. Fingir demencia ha sido una de ellas. La echaba de menos. Extrañaba el calor de su tacto como también la suavidad y el sabor de sus labios. Aquel rostro de ángel y esa sonrisa maliciosa que me brindaba cuando ambos yacíamos en la intimidad. Dando una última mirada a la fotografía me dispuse a guardarla nuevamente.

Mientras observaba por la ventana, le pregunté: —¿Dónde está ella?

La respuesta tardó en hacerse escuchar.

—Rech. —insistí con impaciencia.

—No lo sé.

Aparté los ojos de la ventana y los fijé en la nuca de Rech.

—¿Cómo qué no lo sabes?

—Lo último que supe de ella fue que seguía estando hospitalizada y con guardias custodiando la habitación.

Un nudo se formó en mi garganta.

—¿También la culparon...?

—No, claro que no. —respondió rápidamente él—. No que yo sepa. Pienso que fue más por medida se seguridad. Tú sabes, los policías tienden a exagerar las cosas.

—¿Y no fuiste a por Laila?

—Lo iba hacer. Era fácil entrar y noquear a los guardias y llevarme a tu chica, tanto para mí como para ti. Tenía el plan trazado, pero cuando llegué no estaba ella ni tampoco los guardias.

—No fue a mi juicio —susurré para mi mismo—. La llamaron, pero ella no estaba ahí. —sacudí la cabeza, alejando ese momento. Alcé la voz—: ¿Te enteraste que pasó con ella?

Rech hizo un gesto afirmativo.

—Resulta que un detective pidió una orden y se la llevó lejos y con él un grupo de hombres. Desde ahí no he podido dar con Laila y en donde la mantienen.

—¿Al menos sabes si estaba bien? —¿Mi hijo y ella están bien?

Negó con la cabeza: —Lo siento, Jace pero no lo sé.

Apreté mis manos en puños hasta que los nudillos de tornaran blancos por la fuerza ejercida.

—Bien. —dije tras un breve silencio por mi parte.

—¿Qué harás ahora? —preguntó.

—Averiguar, Rech, y sé a quién preguntar. Le haremos una pequeña visita a nuestro amigo, pero aún no...todavía no estoy listo.







[***]


Tres días después.


Apoyé ambas manos en la pared de la ducha, dejando que el agua fría cayera por mi cabeza, luego a mis hombros hasta el resto de mi cuerpo, llevándose la suciedad y la sangre con ella. Mis ojos se detuvieron en mi estómago. Con los dedos toqué la cicatriz rosa que cubría parte de mi estómago. El accidente fue una jodida mierda, el pedazo de vidrio del vehículo se había encajado profundamente en el cuerpo, haciéndome desangrar ahí mismo y se requirió una operación para poder sacarme los restos de vidrio que seguían enterrados en la carne.

Te Encontré [ 2°T de TLA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora