Capítulo 2 - La verdades duelen más que la mentira.

62.3K 4.9K 1.9K
                                    


Suspiré.

Es lo único que podía hacer ante semejante desastre. El apartamento que había adquirido estaba con un olor a abandono insoportable y con cajas acumuladas en la sala de estar que apenas podías caminar sin que tropieces con alguna.

—Ahora entiendo tu mensaje. ¡No has sacado nada mujer!

Esa voz pertenece a Andrew Collins.

Un amigo que hice en mis meses de soledad. Con cabello rubio desordenado,  sus ojos oscuros atrayentes y unos hoyuelos que se le marcaban en sus mejillas Andrew se había convertido en la única persona en que podía apoyarme. Lo había conocido en el centro de rehabilitación puesto que él se encontraba ahí por causas de la drogas que lentamente acababs con su vida. Aunque me negaba hacer una amistad y sobretodo con hombres, Andrew consiguió esas dos cosas.

Lo miré y me encogí de hombros.

—No he tenido tiempo para desempacar. El nuevo trabajo me ocupa mucho tiempo y cuando llegó me voy directo a la cama a descansar.

—No sé como una librería ocupa tanto tiempo que ni siquiera has sacado absolutamente nada.

Lo había llamado luego de terminar mi turno en el restaurantemi segundo trabajo, rogándole que viniera ayudarme a limpiar el apartamento. Cuando Andrew aceptó, lo fui a buscar de inmediato y lo traje a mi humilde hogar.

Ahora, viéndole la cara, creo que Andrew comenzaba arrpentirse.

—Saqué el sofá y la cama, eso cuenta al menos. Y además no sólo trabajo en la librería sino también adquirí un nuevo puesto como camarera.

La sorpresa se reflejó en el rostro de Andrew.

—¿Otro más? Laila, ¿por qué otro trabajo?

Me encogí de hombros de nuevo sabiendo que en el fondo conocía bien mi respuesta. La causa de tomar otro trabajo es simplemente porque no deseaba detenerme en casa y estar presa de mis emociones. El retiro me había hecho bien durante el tiempo en que estuve ahí y además el apoyo incondicional de Andrew fue la fuente que me ayudó a olvidar a cierta persona. Pero sabía que una vez de vuelta a la ciudad no tendría a Andrew cada segundo del día y no quería quedarme sola.

—¿Qué te parece si yo empiezo por la cocina y tú aquí? —le pregunté y Andrew bufó.

—Claro. Lo más pesado me lo dejas a mí, pero que más da, total yo seré el que tendrá dolores de espalda después de esto.

—¡No te quejes! —bromeé y le pegué en el hombro—. Eres hombre y ustedes les encanta presumir que pueden con todo. Ahora, ¿puedes acomodar los muebles? Gracias, Andrew.

Pasé por su lado pasándole a llevar con mi cadera y haciendo que perdiera un poco el equilibrio. Me fui a la cocina, dejé mi bolso en la encimera y empecé a sacar los platos de las cajas de cartón. Anteriormente ya había sacado lo necesario para tomar desayuno pero aún me quedaba mucho por desempacar.

El sonido de algo cayendo al suelo me hizo darme la vuelta. Un frasco de pastillas rodó a mis zapatillas, habían caido de mi cartera. Las recogí preguntándome como llegaron a parar a mi bolso si me deshice de ellos una vez que comprendí lo adicta en que me estaba volviéndome. No a las pastillas principalmente, más bien el efecto de no sentir nada que provocaba al ingerirlo. Las pesadillas me atacaron por muchas noches y la única forma de lidiar con ello fue recurrir a los fármacos. Algo que cualquier mujer desesperada haría por poder dormir sólo una noche, pero eso acabó cuando ingresé al centro de Rehabilitación. Esa etapa la dejé atrás como también las pasillas.

Te Encontré [ 2°T de TLA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora