Zonas liberadas

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Llegué a la empresa temprano, la mañana de un jueves, quince minutos antes del horario de ingreso del resto del personal. Estaba muy cansada, pues la noche anterior no había podido dormir bien debido al arrepentimiento que sentía por haberle mandado el mail a Rubén G..

Cuando entré a la oficina me sorprendí, pues el enano maldito había llegado antes que yo y estaba recostado en una silla. Me puse nerviosa, tal vez por estar a solas con él, y no me animé a saludarlo con un beso. Le dije solo un "Hola" de lejos, que él replicó con otro "Hola", seguido de varias miradas hacia todos los costados, y luego un "Vení, vení, acercate", que yo hubiera querido contestar con un "¿Y por qué no te levantás y venís vos?", pero no me animé a hacerlo.

Y por eso terminé al lado del escritorio de Rubén G., manteniendo este diálogo:

¿Hoy salís a las seis?-
me preguntó el enano maldito.

Si, hoy me toca trabajar de día.

A mí también.

Ya veo.

Escuchame bien – me dijo Rubén G., en voz muy baja y de nuevo mirando hacia todos los costados, para asegurarse de que no hubiera testigos – Te espero a la seis y cuarto en la esquina de la Librería "T", la que está acá a dos cuadras, así vamos a tomar algo y hablamos. ¿Podés?

Si, puedo- contesté sin pedir más ruegos.

Ok, quedamos así entonces.

Rubén G. se volvió a recostar en su silla mirando hacia todos lados. Evidentemente temía que alguien se enterara de nuestra cita clandestina. Y aunque eso me molestó un poco, regresé a mi escritorio sintiéndome mejor (hasta enderecé mi postura), pues el enano maldito estaba demostrando cierto interés al invitarme a salir.

Por eso no pude dejar de hacerme ilusiones especulando con que a la tarde quizás Rubén G. me declarara su amor o algo así. Pero como a la vez me daba miedo que eso pasara, me hice unas preguntas que nunca pude llegar a responderme del todo: ¿Qué decirle a Rubén G. si me ofreciera dejar a su novia? Porque si la dejaba tendría que empezar un noviazgo con él y ya me veía en la quinta de Tío Rico y Famoso presentando a un novio que a duras penas sobrepasaba la altura de mis hombros, una idea que mucho no me cerraba. Entonces, pasé a otra pregunta, más determinante: ¿Quería pasar el resto de mi vida con Rubén G.? Y mi respuesta fue: toda la vida no, pero unos pocos años a lo mejor sí.

Así pasé varias horas del día, tratando de desentrañar mis verdaderos sentimientos hacia el enano maldito. Una pérdida de energía mental que más tarde me daría cuenta que había sido en vano, precisamente cuando escuché en la oficina esta conversación:

Che, qué bueno que te hayan dado los francos que te debían todos seguidos- le dijo Marcelo F. a Rubén G..

Si, cuatro días.

Tenés un fin de semana más que largo: viernes, sábado, domingo y lunes. ¿Te vas a algún lado?

Si, a San Pedro, con Maura- (la novia del enano maldito) – pero dos días nada más.

No me quieren ni para dejarmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora