Capítulo 48

564 23 4
                                    

Era un día nublado de marzo en Hong Kong. Tai Kamiya se encontraba sentado en la terraza del hotel Rosedale. Desde allí tenía una vista increíble de toda la ciudad. No tenía barandas, sino que era todo vidriado. Hacía dos días que habían llegado a ese lugar y aún no tenían noticias de Joki, ni ningún suceso extraño había ocurrido. Por lo tanto él y Matt se dedicaban a meditar.

En realidad no estaba cumpliendo mucho con lo acordado de investigar sobre los planes siniestros de su enemigo. Más que nada se sentaba en esa terraza, a observar el paisaje que le ofrecía esa vista y pensar en Mimi. Si. No hacía otra cosa que no sea pensar en ella. En que estaría haciendo, o si estaría enojada con él. ¿Querría reemplazarlo luego de eso? Si salía a comprar comida, mientras recorría esas angostas y pobladas calles, pensaba en que le gustaría estar caminando junto a ella y conociendo esos lugares nuevos. Quería compartir absolutamente todo con ella. Pero el pensar en su novia le daba fuerzas para seguir. Seguir sin caer en la tentación de llamarla. Debía protegerla a como dé lugar.

Luego de meditar un rato bajó a su habitación. Allí se encontraba Matt tocando la armónica solo. Al verlo dejó dicho instrumento en la mesita de noche y se tiró en su cama.

-Algún día van a echarnos de este hotel por ruidos molestos.- Dijo haciendo dirigiéndole una sonrisa de burla a su amigo. Este ignoró el comentario y prendió el televisor.

-De veras que Izzy eligió un buen hotel para alojarnos, pero la cuenta no es tan buena. Es decir... está bastante cara.- Siguió el castaño.

-¡Oh lamento que tengas que gastar tus ahorros en pasar una luna de miel conmigo!- Bromeó Matt.

Entonces el moreno le tiró un almohadón que fue a parar justo en su cara.

-¿Así qué quieres guerra de almohadones Kamiya?- Preguntó el rubio suspicaz.

Entonces comenzó una guerra que duró aproximadamente media hora. Parecían dos chicos de diez años jugando con las almohadas de un hotel caro.

-No hacíamos esto desde... desde antes de ir al digimundo por primera vez.- Comentó Matt sin aire. – Creo que hemos tenido un retroceso madurativo.

Tai comenzó a reírse tirado en su cama, la cual estaba toda desecha. Pero en ese momento algo los distrajo de su conversación.

En la televisión estaban hablando sobre un ataque a 10 transeúntes en el Ocean Park. Ambos se miraron. Las imágenes mostraban a unas personas inconcientes en el piso y unos monstruos descontrolados atacando todo lo que había a su alrededor.

-Matt ¡Tenemos que ir ahora mismo! ¡Esto es obra de ese enfermo!- Dijo Tai.

-Sí, pero está como a 36 minutos de aquí. Para cuando lleguemos ya habrán destrozado todo.

-Debemos hacer el intento. No podemos fallar. A eso vinimos.

-Si, tienes razón ¡Vamos!

Entonces salieron a la calle a pedir un taxi. Casualmente todos estaban ocupados y ninguno paraba.

-¡Maldita sea! ¡Uno quiere salvar el mundo y no hay taxis para llevarte!- Protestó el moreno.

Matt comenzó a hacer dedo a cuanto auto pasara. Alguno tenía que parar. De repente paró un auto. Era un mercedes negro con los vidrios polarizados, parecía pertenecer a alguien importante. La ventana se abrió de inmediato, y allí dentro pudieron divisar a una mujer. Una mujer morocha, muy atractiva que los miraba con interés. Ambos amigos se miraron. No tenían otra opción.

-¿Puedo ayudarlos en algo?- Preguntó ella.

-¡Oh! ¡Si no es mucha molestia! Necesitamos ir al Ocean Park de inmediato...- Comenzó a decir Matt atravesando sus palabras. Tai le pegó un codazo para que se tranquilice.

-Somos turistas. – Se excusó el moreno.- Ningún taxi se detiene.

-Suban, justamente voy para ese lado.- Dijo la mujer abriendo las puertas de su auto.

Ambos subieron a la parte trasera. Desde allí adentro pudieron observar a una mujer de cuerpo voluptuoso y muy atractiva. Ambos quedaron ruborizados por un momento.

-¿Japoneses?- Preguntó ella mientras conducía.

-Si. De Odaiba.- Respondió Tai, porque al parecer su amigo había perdido la capacidad del habla al ingresar a ese vehículo.

-Me encanta Japón. He ido varias veces con mi trabajo.- Respondió ella.

-Oh ¿Y viajas mucho con tu trabajo?- Preguntó el moreno intentando mantener la conversación para que el viaje no sea incomodo.

-Si, demasiado para mi gusto. No vivo en China. Vivo en Ibiza.- Respondió ella. Estoy por unos días aquí haciendo una campaña publicitaria.

-Oh pero que interesante.

El resto del camino se basó en la mujer contándoles sobre su trabajo de modelo y ellos escuchando fascinados. Por supuesto que la morocha estaba interesada más en Matt que en Tai, pero el rubio no hablaba demasiado, era como si se sintiera intimidado. Luego de media hora, cuando llegaron al Ocean Park, la mujer se bajó del auto junto a ellos y los besó en ambas mejillas.

-¡Vaya mujer!- Expresó Tai mientras veía como se alejaba.

Matt más sonrojado que nunca metió sus manos en los bolsillos y encontró algo. Era una tarjeta.

-¡Oh por Dios! ¡Una supermodelo internacional te ha dejado su tarjeta Matt! – Dijo Tai burlándose de su amigo.- ¡Me gustaría ver la cara de Sora cuando se entere de esto!

-No va a enterarse.- Dijo su amigo fastidiado.

Pero de repente un ruido ensordecedor los interrumpió. Los días de paz habían terminado. La guerra había comenzado.

N

El hilo rojo (En corrección)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora