Un dolor punzante me recorre la sien cuando abro los ojos.

Hay un silencio abismal esparciéndose a mi alrededor. Estiro una mano y toco una almohada suave. Podría dormir todo el día en este lugar tan cómodo y sereno. No recordaba que mi cama fuera tan enorme y que el colchón fuese tan placentero como una nube de plumas.

Abro los ojos y parpadeo intentando reconocer en dónde estoy.

¿Qué pasó anoche?

Una enorme habitación con paredes blancas y un elaborado ventanal que da vista a un jardín de rosas espectaculares llega a mis ojos. Del techo cuelga una lámpara en forma de flor que permanece apagada. Parece el dormitorio de una princesa con todas esas obras de arte en honor a la realeza colocadas estratégicamente para transmitirme tranquilidad.

Este cuarto está lujosamente decorado en tonos dorados y níveos.

Mi ofuscado cerebro intenta reconocerlo, pero jamás en mi vida había estado aquí.

Intento reunir los recuerdos de la noche pasada, pero no hay nada demasiado concreto. No consigo rememorar más de dos segundos de lo que sea que haya vivido anoche.

¿Pero qué rayos ocurrió?

Examino mis brazos y me percato de que llevo puesta una elaborada pijama de seda con encajes delicados en el área del pecho.

No llevo puesto sostén, pero sí bragas. Unas que por fortuna reconozco.

¿Jesucristo, fui secuestrada por algún millonario de Dubai?

Echo un vistazo en la mesita de noche, hay una jarra de agua y dos pastillas. Una ibuprofeno para el dolor y una gravol para las náuseas.

Me tomo la gravol, y dejo la Ibuprofeno en la mesa, no he desayunado y esa pastilla me lastimaría el estómago si la consumo sin haber comido nada previamente.

La puerta de la habitación se abre y es entonces que lo veo entrar. El corazón me da un vuelco y la voz se me entrecorta.

Jesucristo bendito, parece que acaba de salir del gimnasio. Gotas de sudor bajan por sus pectorales definidos, dejándome boquiabierta e incapaz de enfocarme. Su pelo también está empapado y gotea sobre su frente, haciéndolo parecer uno de esos surfistas que acaban de emerger del agua para hipnotizarte con su poderosa presencia.

Oh, mi Dios.

Es como si pusieras un trozo enorme de pastel frente a una persona que está a dieta o pretende estarlo.

Lleva unos pantalones de chándal en color azul, que se deslizan bajo sus caderas de esa forma que me prende.

—Buenos días, alumna Hill—Me saluda con un ligero tono hostil que no me resulta esquivo—¿Qué tal durmió?

¿Alumna Hill?

¿Desde cuándo él me llama así?

—¿Qué pasó anoche? —Levanto la mirada hacia él. —Tú y yo...—Nos señalo, las mejillas me van a estallar.

—No, Violet, jamás me aprovecharía de una mujer alcoholizada. Si quiero follarte, y créeme que deseo hacerlo, sucederá cuando estés en tus cinco sentidos. No soy el tipo de hombre que tomaría ventaja de una situación así—concreta impasible y un tanto malhumorado. —. ¿Me quieres decir cómo fue que llegaste a este estado?

En mi mente aparece la imagen suya bailando con Hyla, sus manos en sus caderas y la sonrisa de satisfacción de la pelinegra cara cuando él aceptó bailar con ella. Los remanentes de la rabia que sentí al verlo con otra reaparecen, sin embargo jamás admitiría que me emborraché porque estaba celosa.

Más que su Alumna - Ya en libreríasTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon