Capítulo 21

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KIRBY

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KIRBY

Esa misma noche me dirigí con Landon, Nikolás y Evan a casa de Steve. Landon le había dicho que necesitaba hablar con él, pero nunca le dijimos la realidad. Estacionamos el auto a unas cuadras de la casa y fue Landon quién tocó la puerta. Esta se abrió, dejando ver aquel chico que tenía tiempo que no veía de cerca, sentí una extraña sensación cuando me miró. Sus ojos azules e intensamente oscuros se detuvieron en mí. Lucía confundido, claro que lo estaba.

—Hola, Steve —lo saludó Evan—. Tanto tiempo sin verte.

Su mirada se dirigió ahora a Evan, quién lo miró fijamente con seriedad.

—No intentes huir porque te atraparemos —le hice saber—. Solo queremos hablar.

—¿Hablar? —bufó con enfado—. No me hagas reír.

—Escucha Steve, no vinimos aquí para saludarte ni darte las buenas noches, vinimos porque él está aquí y viene por nosotros —le dijo Evan con firmeza—. Siempre ha sabido donde estamos, porque nos pusieron un chip...

—Detrás de la nunca, lo sé —Steve terminó la oración—. Sé que esos imbéciles están aquí, y para que lo sepas, los estoy esperando.

—¿Por qué? —pregunté.

Esta vez, Steve me miró.

—¿Por qué? —ironizó con una sonrisa de burla—. Esos idiotas me mintieron, me convirtieron en un monstruo y ahora deben pagar por lo que hicieron. Oh cierto, uno de ellos es tu padre Kirby.

—Mi padre no hizo nada —me apresuré a decir—. Él solo quiso ayudarlos. Incluso te trajo a la casa por si no lo recuerdas.

—Como olvidarlo, casi te mato esa noche.

—Eres un idiota —espeté—. El único culpable aquí es mi tío Charles, no mi padre.

—Eso es mentira, si tu padre hubiera querido, hubiera detenido a su hermano, pero no lo hizo. Al contrario, dejó que Charles nos sometiera a pruebas como si fuese un animal, me torturó y no solo eso, no le bastó con haber experimentado con nosotros, sino que también nos convirtió en un monstruo.

—Mi padre no tuvo opción, él que te hizo esas cosas fue mi tío, el hermano gemelo de mi padre —expliqué con algo de enfado.

—Tranquilízate —dijo Landon tomándome del brazo para que retrocediera.

—Esto es una locura —musitó Steve—. De todos modos, me importa una mierda.

Se dio la vuelta para irse, pero lo detuve.

—Espera —lo llamé—. Tenemos la cura.

Él se detuvo para después mirarme.

—No te creo —contestó.

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