No obstante, eran como dos personas que jamás se habían conocido antes.



     Ethan Greene, era un rebelde, que había hecho nuevos amigos en aquella preparatoria, después de que sus padres se hubiesen mudado a aquel lugar. Había dejado a un gran círculo de amigos en Los Ángeles, lugar del cual había sido obligado a dejar atrás, a pesar de su negativa.



    ¿Podría haber cosas comunes en ellos? ¿Y al mismo tiempo opuestas, también?



    Sólo la vida les daría aquellas respuestas, mientras el tiempo seguía avanzando. Alejándolos y acercándolos, al mismo tiempo, en contra de su voluntad.



    Él siempre había tenido su grupo de amigos. Mientras que ella siempre había sido la chica solitaria. La mejor estudiante. La chica que jamás nadie se atrevería a invitar ni siquiera a un baile. Un cero a la izquierda para cualquier chico popular.



— Si no apruebas esta materia, señor Greene, le aseguro que es mejor que empiece a despedirse de su participación de los siguientes eventos deportivos que tendrá su equipo de fútbol americano.— le había dicho la profesora de álgebra, en frente del salón, al entregarle su prueba. Una de las peores calificaciones.

— Señora Marshall... No puedo dejar de asistir. Allí estarán entrenadores de las universidades donde me interesaría encontrar una beca deportiva.

— Ya se lo había advertido, desde el principio del curso... Y usted ha ignorado mi advertencia. Si en el próximo examen su nota no mejora, despídase de esa meta... ¿Me entendió?



    Daphne le miraba, sin Ethan saberlo, mientras la profesora seguía entregando aquellas evaluaciones a sus alumnos. Él seguía mirando con angustia aquella nota que ponía en peligro su deseo de encontrar una beca en UCLA. Colocó sus manos en su cabeza. Sintiéndose desvanecido en aquel instante.



—Quita esa cara... Todo va a salir bien. Solo tiene que subir tus notas...— le había dicho uno de sus amigos, al acercarse a él, mientras abría su locker.

—Jason... No es tan fácil. No lo es...

— ¡Claro que lo es!... Ponte a estudiar un poco más, como te dijo la profesora. — había dicho graciosamente, para hacerle reír. Pero su cabeza no estaba de ánimos para ni siquiera medio sonreír.

— Muy gracioso... Déjame solo... ¿Sí?

— Está bien... Está bien...



    Cerró su locker, mientras trataba de tranquilizarse. Hasta que escuchó una voz que no pensaba escuchar en ese instante.



— Puedo ayudarte, si quieres, Ethan...

— ¿Pretendes venir a burlarte de mí? — dijo al girar y verla allí, detrás de él, como si él hubiese pedido que ella acudiera en su ayuda.

— No... No he venido a burlarme de ti... Sé lo que se siente tener un sueño y estar a punto de perderlo.

— Sí, sobre todo tú... La número uno. No me hagas reír... No necesito tu ayuda mucho menos tu lástima.

— Tienes razón... No sé por qué... Olvídalo.



    Ella se dio la vuelta y se alejó de allí. Él posteriormente hizo lo mismo, hacia otro lugar. Estaba tan enojado que ni se había detenido a ver que era la única solución para su problema.



— Eres una estúpida Daphne... ¡Una verdadera estúpida!... ¿Cómo se te ocurre ofrecerte para ayudarlo, si sabías tan bien cuál iba a ser su respuesta?... ¿Cuándo aprenderás?.... ¡Él jamás pondrá sus ojos en ti!... ¡Eres un cero a su izquierda! — se decía entre diente, mientras caminaba lentamente. Conteniendo aquellas lágrimas que deseaban aparecer y bañar a su rostro.


Su única esperanza (Editada)Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum