40. Martina

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No puedo decir mucho de mis primeros días en la casa de la familia Morel-Laurenti. Dormí casi todo el tiempo.

En cuanto llegué, apenas si tenía energías para comer. Nos sentamos a la mesa y Cristina hizo una tarta para salir del apuro. Los chicos dijeron que estaba riquísima, yo no sentí el gusto. Comí una porción y por poco dejo la cara en el plato del sueño que tenía.

Tan poca atención puse a todo, que ni cuenta me di de que dormiría con Alishya.

La hermana de Damien es un tema a parte. No puedo negar que es insoportable, posta, pero, a diferencia de lo que pensé, no es mala. Me recibió muy bien, me cedió su cama y optó ella por dormir en un colchón; me trata con bastante cariño ―a diferencia de al resto del mundo―. El problema con ella es que les grita a todos, vive haciendo berrinches y vuelve loca a su familia.

Todas las mañanas es Alishya quien me despierta para desayunar, quien insiste en que veamos una peli o una serie, que se asegura que tome mi pastilla de las nueve y que tenga todo lo que necesite. No soy la única sorprendida al respecto.

―Yo soy amable, lo que pasa es que vos sos un pelotudo insoportable ―le gritó a su hermano cuando éste comentó al pasar su «raro» comportamiento. Damien se rio y eso la enfureció más.

La relación de hermanos se está construyendo casi de cero desde que sus padres se divorciaron; sé que mi amigo siente algo de culpa por haberse mostrado tan distante a los problemas en su casa.

«De haber sabido...» suele repetir. Por eso, ahora, pone gran esmero en que tanto su madre como su hermana sepan que cuentan con él.

Cristina trabaja todo el día y, a pesar de que llega agotada, se la ve feliz. Tiene sus días tristes, por supuesto, he intenta alejarse de sus hijos para que no la vean llorar. Yo lo noto, parece que tengo un radar para detectar personas con el ánimo por el piso.

Los peores días son cuando hace números y se da cuenta que no puede prescindir del sueldo de su hijo. A Damien lo contrataron después de la primera semana de capacitación, trabaja seis horas en un service desk; Cristina trabaja nueve en un sanatorio como recepcionista. Entre los dos logran cubrir los gastos de alquiler, comida y estudio.

Por eso las mañanas las paso con Ali, quien intenta por todos los medios que yo le ponga onda. Por suerte, hoy estoy mejor.

Emanuel viene todos los días, lo espero con bastante ansiedad. Me doy cuenta que lo extraño, que lo amo y que quiero pasar el tiempo con él; al parecer, eso es un avance. La apatía era una de las etapas de mi depresión, que se traduce en no tener hambre, en que me dé lo mismo salir que quedarme en casa, en que no me interese ver gente o hacer cualquier actividad.

―¿Vendrán hoy los chicos? ―pregunto a Ali mientras almorzamos.

―Seguro, si no tienen vida ―se queja y yo, acostumbrada ya a sus formas, me río.

―No seas mala.

Pone los ojos en blanco y bufa, yo vuelvo a sonreír.

Lore ya «oficializó» su relación con Esteban, así que suelen caer los dos juntos; pueden poner el título que quieran, pero cuando el otro es la persona con la que contás cuando las cosas se complican, entonces estás en una relación seria. El amor le gana a la semántica, siempre.

Alejo y Ema vienen a diario, aunque sea un par de horas; y Sebas suele aparecer con bastante frecuencia, al parecer, cada vez que su hermano lo echa de su casa para estar con su novia, Tamara.

―Se creen, no sé, que esta es la casa del pueblo. ―Sus palabras me hieren un poco, sigo muy susceptible y Ali se da cuenta―. No lo dije por vos ¡Ufa! Siempre quedo como la forra. No, es que no los soporto, Alejo, sobre todo.

Entonces, me abrazó (Completa)Where stories live. Discover now