34. Emanuel

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Le doy ignorar a la llamada por quinta vez. Miro a Martina que está tomando tereré en el balcón y siento como se me acelera el pecho.

La amo. La amo tanto.

Busco el número en mi celu y le doy bloquear, aunque sé que es al pedo. Va a conseguir otra forma de contactarme.

―Ema, vení conmigo ―me llama.

―No me gusta el sol ―me quejo, pero voy igual.

―Quedate en la sombrita ¿un tereré? ―ofrece y me siento en el piso. Ella está tomando sol y la bikini me pone un poco loco.

No es súper chiquita; Martina la definió como «de vieja» y yo dudo que una vieja se vea así de bien. Es que se queja de que tiene demasiada delantera ―se imaginarán cuán en desacuerdo estoy yo al respecto―, y que por eso debe usar corpiños grandes; mallas así, juveniles, no vienen.

A mí me importa el relleno ¡Y qué bien rellena que está! Uf. Tengo más calor del que corresponde y eso que hace más de treinta grados.

―Bueno, el tereré al menos se acepta en mate de silicona ―bromeo y Martina me sonríe. Mi celu suena de nuevo, ahora es de número desconocido.

―¿Quién es?

―Debe ser un telemarketer ―miento y me siento fatal.

Es Darío. Tengo que juntar coraje y decirle a Martina que Darío sabe y que me está acosando a mí ya que no puede hacerlo con ella.

Martina lo eliminó de todos lados, pero por desgracia, no lo bloqueó; así que el hijo de puta vio nuestras fotos de Pergamino, y, no sé cómo, consiguió mi celular. Tendría que cambiar el número, pero para eso, tengo que explicarle a Martina por qué y no quiero.

Es que la veo tan feliz. Por primera vez desde que la conozco no hay ni un vestigio de nostalgia o tristeza en su mirada ¡si hasta está en bikini en un balcón! No quiero cortar tan pronto con la fantasía, quiero unos días más en nuestra burbuja; ya habrá tiempo para acomodarnos y ver cómo hacemos para terminar con todos los lazos que quedan. Hoy no, hoy quiero disfrutar de las vacaciones, de la chica que amo y que me sonríe cuando me pasa el tereré, del cumple de mi mejor amigo que también es feliz después de la tormenta... Mañana, mañana le digo.

―Tendría que ponerme bocabajo un rato, sino voy a parecer un palito de la selva ―se ríe al mirar la marca de la malla. Es tan blanca que el sol la pone roja antes de poder broncearla apenas un tono.

Yo me pongo negro al toque.

―Con lo que me gustan los palitos de la selva, me hago un empacho de vos.

En lugar de ponerse colorada, me da un beso súper hot y yo tengo que acomodarme para no quedar en evidencia frente a los vecinos. El balcón da al pulmón de manzana y como ésta es la única hora en que el sol pega, no somos los únicos aprovechándolo.

―Ahora no, hoy a la noche ―promete y me da otro beso―. Me tengo que bañar para el cumple; prometí hacer las pizzas con Cristina, si no, siempre la cagamos a ella, pobre.

―Así que pierdo yo contra mi amigo ¡Es injusto! ―finjo un berrinche―. A él lo mima Damien ¿a mí? ¿quién?

―Hablando de mimos de Damien, avisale que los vamos a buscar en cuanto esté lista. No vaya a ser cosa que interrumpamos.

―Nuestra existencia interrumpe ―me río mientras mando el mensaje a Alejo. Como es su cumple, le tocó usar el departamento a él para «festejar» con su novio; estoy seguro que se saltearía las pizzas con gusto.

Martina se va a bañar y yo me tomo lo que quedó de la jarra de tereré y me pongo a ver tele. Ellas tienen cable, no como nosotros con Alejo que usamos su monitor y vemos sólo en streaming.

Entonces, me abrazó (Completa)Where stories live. Discover now