2. Martina

3.4K 292 47
                                    

No mires. No mires. No mires.

Miraste.

Y él te estaba mirando.

Estoy roja de nuevo.

Ema vino a estudiar a casa y está sentado a pocos metros míos. Uso mi tablero de dibujo a modo de escudo contra él; no está funcionando.

Cuando le paso un mate y nuestras manos se tocan, cuando lo escucho hablar con su voz grave, cuando me mira por encima de los apuntes... una corriente me recorre todo el cuerpo.

Estoy nerviosa y sensible, todo me sobresalta y no puedo concentrarme. Eso no sólo lo provoca Emanuel, sino también, la culpa.

Culpa porque no puedo dejar de mirar al chico que sale con mi mejor amiga y culpa porque... ¿porque no siento culpa por Darío? Mi mente es un lío.

Lo primero que debería pensar es en que tengo novio, sin embargo, no lo hago. Eso me hace sentir peor. Agarro el celu y mando un mensaje.

Yo: Amor, en qué andas?

Darío: trabajando. Te llamo?

¡La puta madre! Debí suponerlo. Me voy a la pieza a hablar con él, porque... Ay, sí, porque no quiero hablar con Darío frente a Emanuel.

Nunca estuve tan confundida en toda mi vida y eso que al loco ni lo conozco. Todo está mal en mi cabeza; quizá Darío tenga razón y estoy cada día más inmadura.

―Hola, amor ―dice la voz tan familiar―. ¿Pensando en mí?

―Sí ―contesto y no aclaro que es otro chico el que hace que lo tenga presente―. Te extraño ―agrego sin sentir.

―Yo también, Martina. Si no se te hubiese puesto en la cabeza dejarme, no estaríamos los dos pasando por esto...

Ahí está. ¿Cuánto pasó? ¿Un minuto antes del primer reclamo? Hoy no quiero discutir, ya bastante mal me siento.

―Perdón, amor ―digo en cambio sin saber por qué me estoy disculpando. «Perdón» y «Culpa» deberían ser mis segundos nombres.

―Espero que este encaprichamiento se te pase pronto, Martina. Se suponía que ahora íbamos a poder estar juntos como corresponde... A veces pienso... pienso que no me querés tanto como yo a vos.

«Yo también lo pienso». Las lágrimas empiezan a brotar de mis ojos.

―Darío, te amo. Lo sabés...

Se escucha un suspiro del otro lado. Cuando no discuto y accedo fácilmente, Darío se calma y vuelve a ser el hombre del que creí estar enamorada a los catorce años.

―Yo también, mocosa ―contesta dulce―. Este finde tratá de quedarte más tiempo ¿sí? Si querés, le digo a tu papá que yo te llevo a Rosario.

Un sudor frío me recorre la espalda.

―Ok ―accedo cuando la imagen de Ema aparece en mi mente ¿Cómo puedo hacerle esto? ―. Te amo ―digo antes de colgar.

Trato de serenarme. No quiero aparecer con los ojos rojos por el llanto. No quiero que Lore me pregunte frente a Ema por Darío y no quiero quedar en ridículo frente a él de nuevo.

Más tranquila, vuelvo al living, aunque no a mi plano. Tengo miedo de arruinarlo y me llevó demasiado trabajo.

Guardo las cosas en silencio, intentando no distraerlos de sus lecturas y arreglo el mate. Siento el momento exacto en que Ema entra a la cocina, viene a tirar algo a la basura.

Entonces, me abrazó (Completa)Where stories live. Discover now