16. Emanuel

2.5K 258 126
                                    

―Dale, Alejo. Salgámos ―insisto a mi amigo que está tan hecho mierda como yo.

La noche en que le dije a Martina que la amaba, llegué en pedazos a casa. Alejo, noctámbulo como es, estaba trabajando en la compu.

En cuanto me vio, me abrazó. No dijo nada, no preguntó ni aconsejó. Sólo se paró, hizo mate, puso Duro de Matar en su notebook y se quedó conmigo en el futón que tenemos en el living hasta que me quedé dormido.

Como cuando era chiquito, desperté la mañana siguiente con una almohada bajo mi cabeza y una frazada tapándome.

Me levanté, me duché y me dediqué a sentirme miserable.

―Soy un boludo, Alejo ―le confesé sin fuerzas. Él se prendió un pucho y yo intenté fumar.

No entiendo cómo es que la gente recurre al cigarrillo cuando está deprimida. Supongo que la idea es sentirse tan mal físicamente que te impida pensar en lo roto que estás emocionalmente.

Fumar no es lo mío, me da nauseas, mareos y dolor de cabeza.

―No sos un boludo, Ema. Quizá un poco atolondrado ―dijo usando esas palabras de viejo que sólo a él se le pegan.

―Ya está, la perdí, perdí cualquier chance de estar con ella. ¿Cómo le voy a decir que la amo? ―me recriminé.

―Ema, voy a decir esto y después vas a hacer como que no salió de mi boca. Si le contás a alguien que soy así de cursi, voy a tener que matarte ¿ok? ―Hizo una pausa y tomó aire―. Nunca es un error decirle a alguien que lo amás.

Me reí, no pude evitarlo y Alejo se sumó con sus carcajadas. Sí, se pasó de cursi, pero me levantó un poco el ánimo.

―Error o no, la espanté ―dije volviendo a mi estado de melancolía.

―No lo creo. Mirá Ema, hay dos escenarios posibles acá, uno es que Martina sea una hija de puta que te usó todo este tiempo para, no sé, alimentarse el ego o algo así...

―No, ella no es así ―lo interrumpí algo ofendido. No pude evitar defenderla, la quiero demasiado. Es única, si tan solo los demás viesen lo que yo veo... Lo supe desde que la abracé la primera vez, hay mucho más detrás de su fachada; una persona hermosa se esconde detrás de su timidez y yo la vislumbré. Y la amo.

Y la cagué.

―La otra posibilidad es que le gustes posta ―completó ignorando mi acotación―. Si es el primer caso ―Yo negué con la cabeza y Alejo me sonrío algo ansioso por terminar su idea―, entonces, te salvaste de una forra. Si es el segundo, que es el que creo yo, tu precipitada declaración, mi querido Romeo, la va a empujar a actuar.

―Alejo ―dije con tantas ganas como miedo de creerle―, ojalá tengas razón, pero si no lo dejó en todos estos meses, no lo va a dejar ahora sólo porque yo me tiré a la pileta. Ella sabía que me gustaba desde la otra vez que hablamos y no cambió nada, ¿por qué lo va a hacer ahora?

―Porque no es lo mismo gustar que amar.

―No creo...

―¿Apostamos? ―propuso en su mejor tono de autosuficiencia―. Si yo tengo razón y Martina deja al novio... ―Pensó un rato―. Limpiás el baño por mí dos turnos.

―Y si no, vos por mí cinco ―redoblé―. Al fin de cuentas, voy a tener el corazón roto.

―Trato ―sonrió con satisfacción.

El buen humor me duró poco, porque ahora, apenas si me hablo con Martina y encima, se fue a Ramallo toda la semana.

A estar con su novio.

Entonces, me abrazó (Completa)Where stories live. Discover now