19. Emanuel

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Es increíble, jamás pensé que fuese posible odiar a una persona de la cual lo único que sé es el nombre.

Darío. Ni siquiera conozco el apellido ―sino ya lo hubiese buscado en Facebook para conocerle la cara―.

Este último tiempo con Martina fue casi perfecto.

Casi y no totalmente porque aún no es mi novia y no la puedo besar. Pero si la puedo abrazar cada vez que quiero y ya no me rehúsa ni se pone tensa, salimos siempre que queremos, nos mandamos mensajes todo el tiempo y nos contamos casi todo.

Excepto el apellido del ex.

Ahora entiendo mejor las cosas, sé que Darío es cercano a la familia, aunque no conozco el vínculo; es por eso que aún la persigue y la acosa todo el tiempo.

Martina tiene que verlo y fumárselo cada vez que va a Ramallo. Todos los viernes se pone triste y percibo como cambia la forma de tratarme, como si necesitase distanciarse de mí emocionalmente.

Los lunes, en cambio, llega agotada, pero más dispuesta a darnos una oportunidad.

La semana la pasamos juntos, siempre haciendo planes. Estudiamos juntos, comemos juntos, vemos pelis juntos.

Conozco sus gustos. Sé que ama las empandas de casi cualquier cosa, odia el coliflor, y extraña el jamón en el sándwich. Le gustan las pelis de acción, pero sólo las que tienen algo argumento como las Jason Bourne, las 007 y demás por el estilo; las clásicas de los '80 y '90 las detesta ―bueno, nadie es perfecto ¿no?―. Yo, en cambio, me niego a ceder con las comedias románticas que hacen quedar a las minas como unas histéricas y a los tipos como unos pelotudos; los dramas románticos... capaz uno para quedar bien me fumo.

Ya soy un experto en hacer pochoclo y aunque no veamos películas de terror, siempre intento quedarme hasta las tres de la mañana. Hasta nos dormimos una vez en mi futón y nos levantamos para desayunar... fue fantástico.

―¿Por qué no te quedás el finde? ―propuse la semana pasada―. Yo veo de quedarme también, podemos salir todos.

Todos ahora incluye a Damien, el novio de Alejo.

―Por mi hermano ―dijo triste―. Mis viejos no el pasan mucha pelota, la verdad.

Los padres de Martina son otro tema vedado. Es claro que no se llevan bien y no es sólo el poco apoyo que le dan a su hija con su carrera.

―¿No podés traértelo a pasar el finde acá? No es chiquito y hay un montón de actividades en Rosario... Lo podemos llevar al monumento o al cine...

La vi sonreír y supe que lo consideraría.

Así que acá estoy, en la terminal, esperando por conocer a quien quiero con todo el corazón se convierta en mi cuñado.

―Ahí viene ―dice Martina ansiosa y algo nerviosa. Estaba preocupada por el primer viaje de su hermano solo en un micro de larga distancia.

Lo reconozco enseguida. Tiago es muy parecido a Martina: la misma piel, los mismos ojos y el mismo color de pelo; salvo que el más chico de los Di Giacomo poco tiene de pequeño. No solo sufre de un evidente sobrepeso, sino que ya a sus once, mide lo mismo que su hermana mayor.

―Hola bebé ―lo saluda Martina con un beso y el chico se desembaraza rápido. Veo como sus ojos brillan contentos a pesar de su pose de «superado».

―Me despeinás ―se queja.

―Él es Emanuel ―me presenta y Tiago me evalúa. Asiente con la cabeza a modo de saludo mudo y Martina se disculpa con un gesto avergonzado por el comportamiento de su hermano.

―Hola ―lo obligo a responder y extiendo mi mano para saludarlo como un hombre―. Un gusto.

Me quedo firme y no atino a moverme hasta que lo veo resignarse.

―Hola ―larga al fin y estrecha mi mano; le sonrío satisfecho.

Chicos. Todos fuimos iguales. Para él, yo, a mis dieciocho, soy un adulto, un gigante, una autoridad.

En cuanto subimos al cole, Tiago se olvida que está compitiendo ―en su mente― conmigo por el cariño de su hermana, tan emocionado por todo a su alrededor.

―¿Puedo marcar las tarjetas yo? ―pide y paga los tres boletos. Después, con mucha seriedad, nos da los papelitos a cada uno.

A medida que avanza el día, nos vamos haciendo compinches con «mi futuro cuñado» como le digo mentalmente.

La molestamos a Martina, le hacemos chistes y nos complotamos contra ella; Martina finge ofenderse para hacer reír a su hermano e incitarlo a que siga con sus bromas inocentes.

Tiago es un chico dulce, que necesita que le presten atención todo el tiempo, aunque, cuando eso pasa, se siente inhibido y se encierra tras muros emocionales muy difíciles de trepar.

Necesita que le muestren cariño a pesar de no saber qué hacer con él. Es claro que sea cual sea el trato que los padres le dispensan a Martina, es el mismo que recibe su hermano menor.

Yo intento aplicar todo lo que en mi vida leí sobre educación y jóvenes de edad escolar hasta que me rindo a sólo disfrutar la tarde.

El instinto y el sentido común son los mejores aliados para tratar con chicos. Al fin de cuentas, todos tuvimos esa edad alguna vez, en nuestro fuero interno, sabemos lo que quieren y lo que necesitan.

Salir con nenes te permite hacer cosas que de otra manera te daría algo de vergüenza. Como ir a los jueguitos, o ponerle toppings al helado o ver una peli de dibujitos animados en el cine.

Hicimos todo eso y más. Me propuse mostrarle el monumento y subir, también fuimos al río y como empezó a hacer algo de calor, el domingo preparamos unos sándwiches y nos cruzamos a la isla.

Me divertí. Nos divertimos.

Tiago lloró el domingo a la noche para no volver a su casa y le tuve que prometer que lo repetiríamos.

Asintió entre tranquilo y molesto. Tranquilo porque una parte de él supo que lo prometía en serio, y molesto porque entendió que eso implicaba que compartiría a su hermana conmigo de ahora en más.

Me enternecieron sus celos y me dio esperanza la certeza con la que Martina confirmó mi promesa.

Me miró con adoración el resto de la semana y yo me sentí en la gloria. La amo tanto, hacerla feliz me hace feliz a mí.

Sin su ex en el medio, sé que es cuestión de tiempo que supere sus últimos miedos y me dé una oportunidad.

Me cuesta mucho ser sólo su amigo; pero más me costaría intentar dejarla ir, alejarme. Prefiero mil veces el martirio de verla a diario sin poder besarla que el de no verla más.

Cada día estoy más enamorado. Ya la amaba cuando apenas la conocía, cuando recién había raspado la superficie; ahora, que va dejando entrever más de ella, me fascina, me enloquece.

Empiezo a entender la danza de los siete velos. Cada movimiento me acerca más al corazón de Martina, a ver su alma desnuda.

Por eso, acá estoy, tomando una cerveza con ella sentada a mi lado, fingiendo que somos amigos, contando los paños que faltan para poder llegar a ella.

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Hoy subo más :)

Entonces, me abrazó (Completa)Where stories live. Discover now