33. Martina

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―No es tan grave, solo algún rito de iniciación satánico y nada más ―bromea Damien desde el asiento detrás de mí.

Estamos viajando en el Pullman a Pergamino; camino a conocer a mi suegra y sus padres.

Ema se ríe y me da un beso. No volví a Ramallo ni pienso hacerlo, como es obvio, peleé con mis viejos al respecto. No hay vuelta atrás, no puedo ir a mi casa y seguir viendo a Darío; tengo que empezar de cero.

«De cero no» me recuerdo al ver a Emanuel a mi lado.

Si mis viejos no me quieren mantener, entonces buscaré trabajo. Cuando me sienta más segura, les explicaré qué pasó con Darío. Sé que no se van a poner de mi lado, no cuento con eso.

Ya lo vi en las fiestas, mi viejo permite que su amigo se involucre en nuestras vidas como quiera; no le pone límites ni le interesa, porque mientras Darío esté ahí, mi papá tiene la libertad de tener amantes y olvidarse de su familia.

―Gracias por venir ―escucho que murmura Alejo y yo miro a Ema; él me devuelve la sonrisa y yo siento el aleteo de mariposas al que comienzo a acostumbrarme.

Damien volvió a Pergamino sólo una vez, días después de su huida, para buscar a su hermana, Alishya. Ahora asocia la ciudad que lo vio nacer como un lugar oscuro e infeliz; si está en el micro hoy, es por Alejo.

―Mi cumple lo pasamos en Rosario, te prometo ―sigue susurrando el amigo de Ema en tono dulce.

―No tenés que elegir por mí ―la voz de Damien suena cortada y yo siento su dolor como propio.

Lo que pasó él y la forma en que lo enfrentó, ayudó a tomar mi decisión de cortar con mi familia e irme lejos. No todos los padres son como los de Alejo o como la mamá de Ema; duele como el carajo, pero es la verdad. En el mundo hay gente mala, gente desinteresada y gente que, con su inmadurez y pelotudez, lastiman a los que rodean. Mientras el papá de Damien es un tipo cruel y violento, los míos son egoístas e irresponsables; el daño que provocan es distinto, pero daño al fin.

―Sigo pensando en qué hacer con mi hermano ―le digo a Ema intentando ignorar la charla que tengo detrás y darles intimidad.

―Ya se nos va a ocurrir algo, tampoco tenemos que tomar la decisión de manera apresurada, lo mejor sería que vea un psicólogo. Quizás alejarlo de tus viejos no sea bueno para él tampoco.

Yo lo dudo mucho, a mí me hubiese salvado de cuatro años de abusos.

―Para convencerlos a mis viejos de que tienen que ayudarlo, voy a tener que ir a Ramallo ―agrego triste. No quiero volver.

―Viajo con vos y listo, amor. Darío no va a intentar nada frente a mí, si algo tiene ese hijo de puta, es que es un cagón.

Yo tengo mis dudas, creo que es muy capaz de lastimar a Ema.

En la plaza San José se baja más de medio colectivo y yo atino a ponerme de pie.

―No, nosotros vivimos más cerca de la terminal ―me explica Ema―. Esta es la parada del centro.

―¿Es muy lejos?

―Depende, ¿Para los estándares de Ramallo o los de Rosario preguntás? ―pincha Damien y yo le saco la lengua ―. Pueblerina.

―Ramallo es ciudad ―me defiendo.

―Olvidate ―me dice Alejo entre risas―. Ahora que es rosarino, se agranda.

Damien tira de él para darle un beso y yo me giro para acomodarme en mi asiento. En la terminal nos espera Juan Pablo, el hermano de Alejo, que vino con la chata así podemos subirnos todos en un viaje sin estar apretados.

Entonces, me abrazó (Completa)Where stories live. Discover now