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Por la mañana, vuelvo a ser Colette Leblanc. Hija del futuro. Conocedora de los próximos acontecimientos. Y propulsora de... Mejor lo dejamos ahí. 

El caso es que disfruto de una buena ducha mientras Matthias sigue durmiendo. No sé qué me pasó ayer. Debió de picarme un bicho extraño o algo que me hizo tener una extraña reacción a los acontecimientos. No debería de haberme acostado tan fácilmente con este hombre. ¡Dios, lo siento! Me siento tan fácil. Y no debería porque lo disfruté, pero estuvo mal. Si él fuese un hombre corriente... no tendría ningún problema pero... ¡vamos! Es peor que Engel. ¡Forma parte del maldito cuerpo de élite! Dios sabe que esos deben de ser peores que los soldados normales. 

Me he dejado llevar por el físico. Sí, bueno, vale. Lo he hecho muchas veces en mi vida... pero esta es la que cuenta. Esta es la primera de la que debo realmente arrepentirme. Siento que he traicionado todo lo que soy. Pero así somos los humanos, hacemos casi lo que sea por sobrevivir. 

Me visto de nuevo con la ropa del día anterior y guardo la que me puse anoche en la maleta. Me peino, me maquillo y salgo de la habitación. 

-Oh, genial, estaba esperando para entrar en el baño -dice Matthias mientras pasa por mi lado. 

Ya tiene puesto el uniforme, aunque el pelo alborotado le da un toque realmente único. 

Estoy buscando a tientas tener un futuro digno en un mundo que se desmorona. Y me pregunto, ¿qué tiene de digno dejarse seducir por el enemigo? No quiero arrodillarme ante ellos, porque sé que no han ganado y no lo harán. La paz siempre ganará a la guerra, al igual que la luna siempre se arrodilla ante el sol. Los malvados perecerán, pues no habrá paz para ellos. Aquellos que hayan sido crueles, injustos y malvados recibirán su merecido y, el mundo, volverá a respirar con tranquilidad mientras tratan de reconstruir las ciudades y a curar sus corazones. Miles de vidas van a quedarse por el camino y no dejo de cuestionarme si la mía será o debe ser una de ellas. Tal vez soy estoy aquí para morir. O es una especie de castigo. Aunque, es una forma demasiado original de castigo. 

-¿Colette? -pregunta Matthias mientras inclina su cara cerca de la mía-. ¿Te pasa algo? 

Niego con la cabeza mientras vuelvo a la realidad. Me he quedado mirando por la ventana sin ver nada en realidad. 

-Estaba pensando -me disculpo. 

-¿Se arrepiente de lo de anoche? -pregunta preocupado mientras me aprieta el hombro con suavidad. 

-¿Vamos a ir a comprar el marco de fotos? -pregunto, cambiando claramente de tema. 

Matthias parece dolido y me besa en la mejilla. 

-Después del desayuno, ¿vale? -propone mientras salimos de la habitación del hotel. Yo con la maleta en la mano. 

Sé que le he hecho daño. Él quería escucharme decir que no me arrepiento de lo de anoche pero no quiero mentirle de esa forma sólo para hacer que se sienta bien. Una parte de mí no se arrepiente de nada. Lo de anoche fue... increíble. Lo disfrute mucho, y fue más que evidente. También fue salvaje. No hubo tiempo para nada. Fuimos a lo que fuimos, y siento que Matthias hubiera preferido de otro modo. Pero no estamos enamorados, nos engañaríamos a nosotros mismos si actuáramos como ellos. 

-Colette -dice mientras bajamos por las escaleras del hotel-. Ya sé que lo de anoche fue sólo físico -se detiene en un escalón y me deja en el de arriba-. Pero me gustaría conseguir que alguna vez fuese algo con significado, de verdad. No soy el tipo de hombre que se imagina, lo prometo. 

Asiento sin saber qué decir. Puede que Matthias sea el tipo de chico que quiere una casa con jardín, una mujer, dos hijos y un perro. Y sabe que no puede conseguir esas cosas mientras esta guerra parezca no tener fin. Su mujer vive en una organización secreta, sus hijos van a ser criados por extraños y nunca va a poder tener un perro. Ni siquiera creo que él esté seguro de que va a sobrevivir a esta guerra. Espero que no se case sólo para tener alguien que llore su perdida, porque no lo haré. 

No lloraré por alguien despiadado, cruel, malvado e injusto. Lloraré por quien haya pasado su vida luchando por el bienestar de todo el mundo. 

Nos sirven el desayuno en el comedor del hotel. Sigo sin escuchar a nadie más hablar en francés, a parte de nosotros. El desayuno está muy bueno. Tengo cruasanes con mermelada y café con leche. Matthias desayuna exactamente lo mismo y lee un periódico escrito en alemán. Hitler ocupa toda la portada. 

Cuando terminamos de desayunar comenzamos nuestro camino hasta una tienda muy cercana. La tienda es una boutique, pequeñita y muy bien presentada. Dentro tienen un montón de objetos de decoración, al igual que cubertería y muebles pequeños. 

La mujer que atiende la tienda saluda desde detrás del mostrador. Matthias responde en alemán y se acerca a ella con la foto en la mano. La mujer toma la foto y la observa, hace contacto con mi mirada, y vuelve a concentrarse en su nuevo cliente alemán. Sonríe mientras pasa por mi lado y nos muestra una serie de marcos de fotos. 

-¿Qué le parecen? -me pregunta Matthias. 

Observo los marcos de fotos. Todos son muy elegantes. Nada parecidos a los que yo hacía con cartón y macarrones... Pero esa es otra historia. 

-Escoja usted -propongo-. Es su dinero y su fotografía. 

-Está bien -suspira satisfecho-. Creo que el dorado quedará bien con esta foto -opina mientras toma el marco dorado, tallado en algo que parece metal, y se lo entrega a la dependienta. 

La mujer lo envuelve con cuidado en papel de periódico, lo mete en un bolsa de papel y nos la entrega. Matthias paga el cuadro y salimos de la tienda. 

-Tengo planeado comenzar con los preparativos de la boda nada más vuelva al Lebensborn -comenta mientras volvemos al hotel. 

Asiento en comprensión. 

-Sé que no le hace especial ilusión dar este gran paso tan pronto, a mí tampoco -asegura mientras me aprieta la mano con la que tengo tomado su brazo-. Pero usted ha dicho que quiere adoptar a... Margot lo antes posible. Esta es la única solución. 

-No se lo tome a mal pero sigo pensando que tendría más posibilidades con una alemana -digo con sinceridad. 

-¿Por qué? -pregunta con una risa cálida. 

-Porque nadie da ni un franco por nosotros -señalo-. ¿Quién pensaría que esta relación va a durar? Somos muy diferentes. Demasiado. 

-¿Cómo puede decir eso si ni siquiera me conoce? -pregunta confundido. 

Su ceño se frunce. Sus pálidas cejas relucen bajo el sol de la mañana. 

-Conozco a los de su clase -aseguro-. Conocido un alemán, conocidos todos. 

Matthias se detiene bruscamente y tira de mi brazo hasta un callejón. 

-¿Cómo puede decir eso? -pregunta atónito-. No puede hablar de esa forma por la calle -me espeta. Más como una reprimenda que con rabia-. Se está poniendo en peligro. 

Me aclaro la garganta mientras alejo mi brazo de su agarre. Su mano me acaricia el brazo con suavidad mientras me mira a los ojos con disculpa. 

-Lo siento, no pretendía hacerle daño -asegura. Asiento-. ¿Se da cuenta de todo lo que está en juego? 

-Sí -murmuro. 

-Su vida depende de esto, Colette -asegura-. ¿Qué cree que hacen con las mujeres que no valen? ¿Con las que fallan? ¿Con los bebés que no superan sus exigencias? 

-No... no lo sé -balbuceo mientras retrocedo. 

Matthias se aprieta el puente de la nariz con frustración. Toma mi mano y me atrae hacia su cuerpo para un abrazo. Dejo que lo haga porque los dos lo necesitamos. 

-No puede fallar, Colette -me advierte mientras entierra su cabeza en mi hombro y suspira pesadamente-. No puede correr el riesgo de ser enviada a un campo de trabajo. Por favor, Colette. No quiero que corra la misma suerte que tantos otros. 

Y, entonces, sé lo que pasa con todos los que no superan los estándares nazis. Ya sé dónde envían a los bebés y madres defectuosas. A aquellas que han tenido abortos o nunca se han quedado embarazadas durante el programa. 

Necesito ser mucho más inteligente que ellos para no correr su misma suerte. Lo que significa que necesito ir un paso por delante de los alemanes. 



LA HIJA DEL TIEMPO (II GUERRA MUNDIAL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora