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No puedes confiar en nadie cuando estás en guerra. 

Ahora sé eso. Es lo que he aprendido en el tiempo que he pasado en Bussy. Nadie es más de confianza que tú mismo. 

Da igual que este edificio sea precioso por dentro. Los suelos de mármol son espectaculares, los cuadros muy bonitos, los muebles de una calidad excelente... pero más allá no queda nada. Todo se queda en eso: bonito. No me despierta ningún sentimiento. 

El comedor cuenta con al menos cinco mesas, con unas seis chicas en cada una de ellas. Una chica levanta el brazo y me llama con un gesto. Acudo a su llamada y tomo el asiento junto a ella. Tiene el pelo platino y unos ojos azules poco expresivos. 

-Debes sentarte con tus compañeras de habitación -explica la chica-. Por cierto, soy Allegra. 

-Colette -digo mientras tomo la mano que me extiende con suavidad. 

-¿De dónde vienes, Colette? No pareces ser de Luxemburgo -opina mientras me estudia.

-Tienes razón -admito con una pequeña sonrisa-. Me han traído desde Francia. 

-Vaya -murmura otra chica de la mesa. Mismo color de pelo, mismo color de ojos. 

-Nosotras somos todas de aquí -explica Allegra. 

-¿Estáis todas casadas? -pregunto con curiosidad mientras comienzan a repartir el almuerzo con carritos de metal. 

-Todas estamos casadas con soldados de las SS -responde otra de las chicas. 

Asiento mientras dirigo mi mirada al plato. Sopa de algo. La pruebo con cautela y noto el sabor a pescado. 

-La comida siempre está muy rica -asegura Allegra-. Dinos, Colette. ¿Cuántos años tienes?

-Veinte -respondo mientras tomo otra cucharada de sopa. 

-Eso es... bastante joven. 

-¿Cuántos años tenéis vosotras? -pregunto con el ceño fruncido y observando las demás mesas. 

-Supongo que será una media de veinticinco -opina otra chica. 

Tampoco me parece que haya tanta diferencia, la verdad. 

-¿Estás emocionada? -pregunta Allegra-. Nosotras llevamos aquí desde que esto se construyó. 

-¿Nunca habéis vivido en una casa con vuestro marido? -pregunto extrañada. 

Todas niegan. 

-Estamos mucho más seguras aquí -apunta una de las chicas. 

Tuerzo un poco la cabeza. 

-Y, además, las cuidadoras cuidan de nuestros bebés y los educan desde que nacen -añade Allegra. 

Desde mi punto de vista, preferiría cuidar de Margot yo sola. 

-Yo ya tengo una hija -suelto sin pensar. 

Todas las chicas dejan de comer y me miran. 

-¿Y dejan que te cases? -pregunta en susurros la siguiente copia. 

-Sí, vamos a adoptarla -respondo. 

No sé por qué hacen de esto un mundo, la verdad. Pero, claro, este es su mundo. 

Cada una de ella está casada con diferentes integrantes de las SS. Algunos de ellos comparten división, otros no. Todas parecen estar felices de lo que hacen aquí. Demasiado, de hecho. Sobre todo cuando Allegra comienza a hablar de perpetuar la raza aria, crear superhumanos, bla, bla, bla... A no ser que los alemanes sean capaces de sacar a superman de los cómics.... no creo que sean capaces de tal cosa. No creo que el pelo rubio, los ojos azules y la piel clara te otorguen algún poder. Bueno sí, el poder de parecer albino. O el de que no se te noten las canas con el paso de los años. 

LA HIJA DEL TIEMPO (II GUERRA MUNDIAL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora