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-Quiero saber su nombre -digo mientras caminamos en dirección al pueblo. 

-¿Va a insistir mucho? -pregunta mientras va unos pasos por delante de mí. 

-Tanto como sea necesario -aseguro con una sonrisa de orgullo que no puede ver-. No me canso fácilmente. 

-Déjeme adivina, ¿y siempre obtiene lo que quiere? -suena casi como una broma, pero no puede ser. 

-No siempre -respondo con la barbilla en alto-. Pero sí en esta ocasión. O eso, o puede dejarme en la casa. 

-No -responde rapidamente. Se detiene y se da la vuelta para encararme. Me detengo de repente, sorprendida por su cambio de rumbo-. Engel -dice mientras me mira con intensidad. 

Asiento en un rápido movimiento. 

-Gracias por decirme su nombre, Engel -digo con mi acento francés-. ¿Qué significa? 

-¿Me pregunta por la traducción? -pregunta mientras vuelve a retomar el camino. 

-Eh, sí -respondo mientras trato de alcanzarlo acelerando mi paso. Estos zapatos son una mierda. Si íbamos a caminar deberían de haberme dado unas zapatillas de deporte o algo. 

-Creo que es ángel en francés -responde dubitativamente. 

Ahogo una risa. ¿Ángel, un soldado alemán? Me parto de la risa, de verdad. 

-¿Y el suyo? Estoy intrigado -pregunta. 

Ah, ¿sí? Pues no se le nota la intriga por ningún lado. Es más, parece que siempre tiene el mismo sentimiento de shock, que es lo único capaz de reflejar su cara. 

-Significa: victoria del pueblo -respondo con orgullo-. ¿Lo entiende? Victoria. Del. Pueblo. El pueblo gana, ¿lo capta? 

Engel no dice nada, simplemente acelera más el paso. 

-¿Está tratando de dejarme atrás? -pregunto con las cejas levantadas-. Si lo hace volveré a la casa y me quedaré allí a descansar. 

Desacelera el paso de repente. 

Minutos más tarde estamos frente a otra casa. Una muy grande y bonita, de tonos cálidos con un lago y un embarcadero. Hay muchos soldados alemanes aquí, al igual que dos personas y los sirvientes que reconozco que no lo son. 

-No hable si no se le pide que hable -me advierte Engel. 

Ni siquiera me molesto en asentir. Espera unos segundos para ver mi reacción pero no le doy una. Me alegro de ver que parece un poco fastidiado por eso. He ganado esta batalla, pero no la guerra. 

Los soldados alemanes se detienen a nuestro paso. Bueno, más bien al paso de Engel. Da igual lo que estén haciendo, ellos se detienen, se levantan y se colocan con la espalda recta y los hombros atrás. 

Engel mantiene una conversación con uno de ellos. Y después volvemos a irnos por donde hemos venido. No comprendo nada hasta que llegamos de nuevo al pueblo y entramos en lo que puede ser el ayuntamiento, o algo así. 

Las calles están llenas de vecinos con sus armas que esperan una cola larga que los lleva al interior del ayuntamiento. Al final del pasillo principal veo a uno de los soldados alemanes haciendo un registro de las armas y requisándolas. Sin embargo, no nos quedamos en esta planta sino que subimos por las escaleras hasta la segunda. 

-Quédese ahí -ordena Engel mientras señala un banco de madera con cojines que ocupa parte del pasillo del segundo piso. 

Tomo asiento y veo a Engel llamar a una de las puertas. Seguidamente, una frase es lanzada en alemán desde el otro lado y Engel desaparece en el interior sin lanzarme una segunda mirada. 

No sé cuánto tiempo pasa antes de que la puerta vuelva a abrirse. Un hombre sale de la habitación. Un hombre bien vestido y con bigote cano. Lo vi junto a la gente a las afueras de la iglesia. Es el hombre que encendió el cigarrillo de uno de los alemanes. Parecía muy dispuesto a ayudarlo o a salvar su pellejo. Personalmente, apostaría por la segunda opción. No me trasmite buenas sensaciones mientras pasa frente a mí y me mira intensamente. 

Saludarme parece ser demasiado esfuerzo para él. Claro, como yo no llevo un arma a la espalda... 

Cruzo las piernas, las descruzo, las cruzo a un lado, al otro... Hasta que Engel decide salir de la habitación. Pasa frente a mí mientras me hace un rápido gesto para que lo siga y se pone la gorra en la cabeza. 

Me mantengo en silencio hasta que nos encaminamos de nuevo hacia la casa en la que hemos pasado la noche. 

-¿Qué ha pasado ahí dentro? -pregunto mientras acelero el paso para alcanzarlo. 

¿Por qué tiene que caminar tan rápido? 

-¿Le he dicho que hable? -me espeta mientras me mira por encima de su hombro. 

Mi boca cae abierta, antes de entrecerrar los ojos y mirarle con desprecio. 

-A mi nadie me da ordenes, mucho menos usted -suelto con total desprecio-. No necesito que me den permiso para hablar. 

Engel aprieta sus manos en puños a sus costados y continua su camino hasta la casa. Una vez allí nos recibe la sirvienta. 

-El almuerzo estará listo en poco tiempo -anuncia la sirvienta mientras vuelve a la cocina. 

-La señorita se lo tomará en el desván -le comunica Engel. 

-¿Qué? -pregunto indignada. 

Dice un montón de cosas en alemán mientras tira de mi brazo escaleras arriba, apretando firmemente pero sin hacerme daño, y una vez arriba me empuja con suavidad hacia el interior antes de cerrar la puerta detrás de mí y girar la llave. 

Me quedo en shock durante unos segundos, antes de que la ira hierva dentro de mí. ¡Pero será gilipollas! 

-¡Engel! -llamo mientras aporreo la puerta-. ¡Engel! ¡Abre la puerta ahora mismo! -ordeno. 

Al otro lado no ocurre nada. 

-¡Abre la puerta ahora mismo o tiraré la puerta de una patada! -sigo gritando. 

Me rindo rapidamente, gritar es una perdida de energías innecesaria. No puede mantenerme encerrada aquí dentro durante toda la vida. Yo siempre puedo encontrar otro modo de salir de este desván. Y, a demás, soy completamente irresistible, no va a poder pasar mucho tiempo sin mí. ¿Verdad? Bueno, tal vez sí que pueda. Engel tiene un corazón hecho de piedra alemana. 




LA HIJA DEL TIEMPO (II GUERRA MUNDIAL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora