Ese día tuve un pleito con papá y me fui con muy pocas cosas rumbo a la casa del abuelo en ese pueblo pesquero y aburrido al que ya tenía rato de no ir.

No es que me encantara la idea de ir a visitar al abuelo, pues él y yo no teníamos una estrecha relación, solo que era el único lugar en donde podía esconderme. Quizá si convencía al abuelo, papá cambiaría de decisión. Estaba harto de que siempre tomara decisiones por mi.

Había manejado ya por varias horas. Necesitaba bajarme del auto a estirar las piernas. El sueño me estaba venciendo pero creo que quedaba ya pocos minutos para llegar a casa del abuelo.

Fue justo cerca de la entrada al pueblo donde vi la sombra de alguien pidiendo un aventón.

Perdí el control del volante por querer ver si esto era verdad o si lo había imaginado tal vez por la falta de sueño.

Escuché el claxon de una camioneta que me lanzó las luces altas en cuando las llantas de mi auto cruzaron hacia su carril.

Perdí el control, moviendo el volante sobre la cera donde estaba la persona que creí haber visto.

Bajé del auto asustado imaginando lo peor.

Fue mayor la sorpresa y el horror cuando encontré un tennis blanco, sucio, sobre el pasto, y del otro, una bolsa de cartón con algunos huevos rotos y desparramados por el pasto.

- ¡Idiota! Casi me matas.

El grito se escucho justo por la parte trasera del auto.

Ahí estaba una chica intentando ponerse de pie.

Su camisa de franela a cuadros roja estaba llena de lodo, sus cabellos mojados, y le faltaba un tennis.

- ¿Estás bien? Pregunté entregándole el tennis que le faltaba.

- La pregunta es muy tonta.

- De verdad, te pido una disculpa. Llevo varias horas manejando.

- No deberían darle licencias a imbéciles.

- Creo que estás siendo muy grosera.

- ¿Grosera? Casi me atropellas, estoy sucia. Las hermanas me matarán por esto.

Tomó el otro tennis arrebatándomelo, para de inmediato empezar a levantar los pocos huevos que estaban completos y las frutas que se habían salido de la bolsa.

- Ahora yo soy el imbécil, cuando tú estabas aquí parada, en medio de la lluvia y la oscuridad.

- Yo también estoy cansada. Arruinaste las cosas que llevaba y ya es muy tarde para comprar más.

- Tranquila. Quizá pueda ayudarte.

- Lo dudo.

- Te daré mi dirección, o me das la tuya. Mañana te llevaré a comprar todo esto.

- Mañana no es buena opción.

Había arruinado los ingredientes para que esa chica y las hermanas con las que vivía prepararan unas tartas de manzana para vender en el pueblo. Sus tartas eran muy famosas aquí.

Solo traía cien dólares en la cartera. No podía darle todo pero me ofrecí a darle cincuenta esperando que así pudiera recompensar lo que había hecho.

- Bueno por lo menos tuviste la amabilidad de llevarme a casa.

- Creo que fue mi culpa. Es lo menos que  puedo hacer.

Apagué el clima del auto. Estaba temblando. Su cabello aún estaba mojado y le ofrecí una chamarra que estaba en la parte trasera. Mi auto era pequeño; un deportivo rojo de dos puertas. No cabían muchas cosas.

INSEPARABLES - 1999-Where stories live. Discover now