21. Asco

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Parece que la extraña criatura ha cesado en su violento empeño de entrar aquí. Mi corazón está intentando matarme de un infarto, pero por un motivo que desconozco no me muero. Me tiemblan las manos y las piernas, estoy completamente muerta de pánico. No sé hacia dónde ir ni qué hacer.

Después de esperar largo rato sosteniendo la cama pensando que puede volver en cualquier momento e intentar entrar, la suelto ligeramente con los brazos completamente agarrotados. Poco a poco voy soltando y separándome un poco de la cama, con las manos ligeramente alzadas por si tengo que volver a agarrarla de nuevo. Aunque creo que la cama puede contener a esa cosa, si vuelve a intentarlo prefiero agarrar la cama para que no entre.

Camino por la habitación intentando encontrar algo. Algo que pueda ser útil o simplemente confirmar que aquí dentro no hay nada más. Me acerco al baño y me asomo. El suelo está cubierto de una sustancia podrida y pegajosa, está muy sucio. El olor es acre, asqueroso pero no demasiado intenso, desde la habitación no podía olerlo. Todo el baño está en un estado lamentable. El espejo de la pared conserva pocos pedazos y los que quedan están sucios y desgastados.

Vuelvo hacia la posición de antes y miro la puerta. Sigue cerrada y tranquila. Pero ahora que me fijo… tiene un agujero. Me acerco despacio para ver si desde detrás consigo ver algo y me doy cuenta de que hay un ojo mirándome. Un ojo estático, inmóvil, con una mirada muerta y aterradora, lleva todo el tiempo mirándome, controlando todos mis movimientos. De repente siento una sensación de vulnerabilidad aterradora. A pesar de que está al otro lado y no consigue pasar, la mirada es horriblemente amenazadora y fuera de toda normalidad. De una manera enferma está ahí, mirándome. Yo siento tanto miedo que tengo que desviar la vista para no mirar muy directamente. Me da la impresión de que mirar ese ojo empeora las cosas.

Camino hacia atrás poco a poco, de espaldas, intentando alejarme un poco de esa mirada. Muy fugazmente miro hacia el agujero, para ver si el ojo sigue ahí. Intento mirar muy rápidamente, sin fijar la vista, me da mucho miedo mirar directamente a ese ojo. Sigue ahí, con su mismo gesto, invariable. Yo doy paso tras paso, me alejo poco a poco sin saber muy bien cuál es la siguiente acción que debo emprender. Miro alrededor para ver si encuentro algún tipo de objeto que pueda servirme como arma si eso consigue entrar. Parece que esta silla podría servirme, pero se ve demasiado podrida.

Vuelvo a alzar la vista hacia la puerta y veo que a través del agujero está entrando una lengua moviéndose en todas direcciones. Un movimiento enfermo y asqueroso que se retuerce en todas las direcciones e invade el espacio de esta habitación. Se contonea en el aire continuamente y sin descanso, a pesar de que no alcanza contacto con nada, me hiela la sangre y me deja completamente indefensa y sola.

Las Olimpiadas del Zodiaco: La atletaKde žijí příběhy. Začni objevovat