9. Fin de semana

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Me levanto sobresaltada de la cama. Estoy empapada y sudando como si hubiese estado muy enferma. ¿Era un sueño? “Nexi…” Vuelvo a oír esa voz que me llama dentro de mi cabeza. No, no. No era un sueño. Algo raro está pasando. ¿Qué ha ocurrido esta noche? Parece que no me he movido de la habitación, pero sin embargo no me sentí como en un sueño. Realmente he estado allí, de algún modo. Estoy segura, tengo la sensación de que he estado allí. ¿Qué es esa voz que oigo en mi cabeza? Eso confirma que algo raro está pasando.

—¿Qué hora es? —pienso—. ¡Las once! ¿Cuánto llevo durmiendo? No me he enterado de nada. ¡Heres me va a matar! —Cojo rápidamente mi móvil para mandarle un mensaje y decirle que me espere un poco, que me he quedado dormida. El primer fin de semana y apenas puedo salir de la cama. Esto va a ser más duro de lo que me esperaba.

Me preparo rápidamente y salgo a toda velocidad de casa. Voy corriendo por la calle, no me gusta hacer esperar a Heres. La gente me mira con curiosidad, corro demasiado rápido para ir por la calle. Deben creer que me pasa algo.

–¡Hola! –es ella saludándome. Está tal y como habíamos quedado, en el centro comercial. En la cafetería a la que vamos siempre a comer gofres. Llevamos haciéndolo varios años ya. Nos encantan.

–Hola. Perdona, no conseguía salir de la cama –le contesto todavía jadeando.

–No importa Nexi. Me imagino que vienes hecha polvo de allí. Tu madre me dijo que tan pronto llegaste te tumbaste en la cama.

–¡No sé cuántas horas he pasado en la cama!

–Bueno y cuéntame… ¿qué tal por allí? –Heres tiene mucho interés en saber cosas de allí. Apenas he podido coger el teléfono para contarle cosas. Apenas le he enviado un par de fotos del lugar y una foto de las tres compañeras de habitación juntas.

La camarera del local nos mira a lo lejos y nos hace un gesto con la mano, susurrando con los labios como si pudiésemos leérselos. La frase que pronuncia es muy parecida a “Lo de siempre”. Nos está pidiendo confirmación acerca de lo que queremos. Como solemos pedir siempre lo mismo, está pidiendo confirmación. Le levantamos la mano y le asentimos con la cabeza.

–Uffff… –empiezo a hablar. – Aquello es supertenso. Estamos todo el día haciendo cosas, de aquí para allá. ¡Hasta tenemos que estudiar!

–¿Tenéis que estudiar? ¿Cómo es posible? –tiene cara de sorpresa. Normal, yo también lo estaba el primer día que nos lo dijeron.

–Sí chica… Pero bueno, no es como en la Universidad. Tenemos que estudiar un montón de teoría del cuerpo humano y de los deportes. ¡Teorías rarísimas! Parece ser que es para aprender a controlar las energías de nuestro cuerpo e incluso las energías del entorno. No es muy duro, la verdad me es más cómodo el tiempo de estudio que el tiempo de entrenamiento. Lo que aprendes es muy interesante.

–¡Hala!, ¡Qué raro! –mi respuesta a Heres todavía le aclara menos.

–Todavía no te puedo contar mucho porque apenas hemos tenido tiempo de estudiar, pero nos enseñan a desarrollar y utilizar las habilidades.

–¡Es verdad! Apenas me has explicado de eso. ¿Qué pasa allí dentro?, ¿Qué tiene de raro aquello? –ne interrumpe.

–¡Uf! –le interrumpo yo. –El día de la presentación, trajeron a un chico de intercambio para enseñarnos qué ocurrirá con nosotros. Le dieron un balón de rugby y lo reventó de una patada. Literalmente. El balón explotó de la tremenda patada que le dio.

–¡¿Qué?! –Heres no da crédito.

–Lo que oyes. Fue algo increíble.

–Entonces las leyendas son ciertas… –Heres está maravillada de poder confirmar lo que ella creía.

–Sí. Parece ser que sí. No puedo contarte nada más, porque no nos han hecho más demostraciones. Pero son muy estrictos con ese tema.

–¡Lo que me contabas por mensaje! –me interrumpe heres.

–Sí. Eso mismo. No nos dejan juntarnos a los del mismo signo. Tal cual te dije. Y son muy serios ¿eh? Si se enteran de que hacemos eso nos echarían de allí directamente. Sin avisarnos ni nada.

–¡Qué fuerte! Entonces algo raro pasa.

–Sí. Entre lo del balón y eso, está claro que los Juegos del Zodíaco son algo muy poderoso. Que los atletas pueden llegar a despertar ciertos poderes. El entrenador nos dijo que no nos sorprendiésemos, que eso era normal y que cualquiera de nosotros podríamos hacerlo en poco tiempo.

–¡Vaya! ¿Y ya puedes hacer cosas así?

–¡Qué va! Todavía no. ¡Pero sé hacer esto! –le digo mientras cojo el gofre con helado que nos trajo la camarera y le pego un bocado enorme.

Nos reímos ambas.

–Oye, ¿y qué vas a hacer con la universidad? –me pregunta.

–Bueno, intentaré ir a los exámenes. Pero creo que este año no podré hacer gran cosa.

–No pienses mucho en la Universidad. Los juegos del Zodíaco son cada doce años. ¡Doce años! Es probable que no vuelvas a ir nunca más.

–Ya… No creas que no lo he pensado.

–Olvida la universidad. Céntrate en la oportunidad que estás teniendo. Si yo pudiera ir, no abriría un solo libro de la universidad en todo el año.

–¿Y por qué no haces las pruebas?

–Pfff… Dicen que sólo va una persona de cada diez mil. ¡Diez mil! Es una locura.

–Por probar no pierdes nada.

–¡Qué va! Tú has tenido esa suerte, aprovéchala.

Las Olimpiadas del Zodiaco: La atletaWhere stories live. Discover now