5. El Campus Zodiacal

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  No me puedo creer todavía que yo haya aceptado semejante cosa. Después de tantas pruebas médicas, quedó más que garantizado que soy una Atleta Zodiacal. Mi vida ha cambiado mucho en muy pocos días. Mis padres apenas podían creérselo. Mi padre estaba completamente orgulloso de mí mientras que mi madre, se movía continuamente entre el orgullo y el miedo. A veces me decía que podía ir, otras veces me decía que no era buena idea... Hasta que al final, aquí estoy. Toda mi familia está orgullosa de que yo pueda participar en algo así, nadie se lo cree. Ni siquiera yo.

El Campus Zodiacal es uno de esos centros donde entrenan los atletas como yo. "¡Atleta!"... No puedo creerme que yo me esté refiriendo así a mí misma de esa manera.

En este lugar hay un ambiente a veces un poco tenso. Es difícil que a alguna gente no se le haya subido a la cabeza el hecho de ser un superatleta de la noche a la mañana. Hemos estado viniendo todos los días anteriores a recibir charlas, pero hoy es el día en el que nos venimos a instalar aquí. Por eso estamos todos con mochilas y pequeñas maletas.

—¡Quítate de ahí niña! —un chico muy alto me da un empujón y me aparta hacia un lado con desprecio. Como si se considerase mejor que yo. Aquí está lo que os decía...

Ese chico es un Aries, se le nota en el carácter. Lo sé porque lo he oído hablando con otro mientras estábamos en la entrada. Es un estúpido. Por lo que veo, su carácter de liderazgo lo lleva muy mal. Este sitio me asusta un poco y chicos como éste me hacen dudar más todavía de qué hago yo aquí. Menos mal que tengo mi móvil conmigo y puedo mantener contacto con el mundo exterior. Ahora mismo estoy chateando, me ayuda a mantenerme cuerda.

Heres, esto está lleno de gente imbécil. Un chico acaba de darme un empujón.

¿Quién? ¿Por qué?

Un Aries estúpido. Lo hizo porque quería pasar

¿De verdad? ¡Menudo imbécil! Y aún por encima Aries, ¡Como yo!

Menos mal que te conozco a tí y eres mi mejor amiga. Si no estaría decepcionada con los Aries...

No todos son buenos, ya lo sabes. Yo también conozco Géminis a los que les daría un cabezazo.

Lo sé. Y yo soy Géminis. Ya nos estuvieron explicando el otro día cuando tuvimos la clase aquí, que cada signo significaba ciertos rasgos de personalidad y ciertas habilidades. Pero no era necesariamente igual para todos. Que no nos dejásemos llevar por esas valoraciones, porque en realidad era muy complejo.

—Por eso tía... No te agobies. Los Aries también somos guays.

—Ya lo sé cariño—. Le pongo iconos de besitos.

Eres la mejor, acuérdate.

En la sala de juntas, un profesor ha empezado a hablarnos.

—No perderemos mucho tiempo, sé que estáis deseando descansar y que no tenéis mucho tiempo para esto. Por eso, seré breve. Las habitaciones serán distribuidas por pabellones. Os sorprenderá que no compartiréis habitación con ninguno de vuestro signo. El por qué ya lo saben, señores... Ustedes no deben hacer grandes grupos con los de su signo. Saben que mientras no sepan controlarse, es peligroso. —El organizador éste siempre habla con esa solemnidad. No es la primera vez que nos da una charla. Siempre nos trata con esa distancia. La verdad es que se hace muy incómodo tener a alguien que te habla de esta manera—. Pueden ustedes comprobar los listados en el tablón. Allí verán sus apellidos, y el pabellón al que se tienen que dirigir. Ya lo saben, está terminantemente prohibido reunirse en otros pabellones. Ustedes deben estar en sus habitaciones con sus compañeros. Si se saltan esta norma, serán expulsados del campus. No habrá avisos, ni segundas opciones. Es un tema serio. Considérenlo... Revisen su habitación y vayan a dormir. Mañana a las ocho les esperarán en el hall de su pabellón. Sean puntuales.

El coordinador abandona la sala de reuniones y pronto todos nos hemos agolpado en los tablones para ver con quién nos ha tocado. En la sala se quedan otros organizadores, manteniendo un poco el orden entre nosotros y procurando que hagamos las cosas de la manera más organizada posible. Uno de ellos está en un tablón, ayudándonos a leer los nombres y diciéndonos hacia dónde tenemos que ir.

—¡Nexi! —dice de repente.

—¡Yo! ¡Yo! —le contesto. En ese momento me mira directamente.

—Eres la única que se llama Nexi en todo el Campus. Bonito nombre —me dice emitiendo una leve sonrisa.

—¡Gracias! Es un nombre muy especial —le digo. Mi nombre tiene una larga historia.

—Tienes que ir al pabellón treinta y cuatro. En la hilera de arriba, al final de todo. Tu habitación es la quince.

—¡Vale! Gracias —le digo mientras cojo mis cosas y abandono la sala a toda prisa.

Recorro el campus. Son unas instalaciones enormes. Todo el campus es una miniciudad en sí mismo. Tiene de todo. La zona de las viviendas son edificios enteros de dos plantas, con un número gigante escrito en su lateral y en su portal. Hay jardines por todas partes. Hacia abajo, bajando la pendiente, se ven los campos de entrenamiento. Hay pistas de atletismo como las de las Olimpiadas, pero con modificaciones. No son exactamente iguales. Hay elementos distintos, que yo no conozco muy bien. De todos modos, se pueden reconocer bien las formas y claramente es la zona de entrenamiento.

Llego por fin al pabellón treinta y cuatro.

—Habitación quince... ¿Dónde está? Camino viendo pasar puertas, todas iguales. ¡Un momento! Qué boba, voy en dirección contraria. Por aquí no es...

Doy la vuelta y camino en la buena dirección. Habitación quince, aquí es. Entro. Hay un silencio pasmoso, soy la primera. La habitación tiene tres camas y una mesa grande al fondo. También hay una pequeña nevera y un fregadero. Está muy bien acondicionada. Supongo que puedo escoger cualquier cama, así que cogeré la que está más cerca de la ventana. Es una manía que tengo. Pongo mis cosas sobre la cama y me voy a darme una ducha. Así no tendré que esperar turno cuando venga el resto.

Las Olimpiadas del Zodiaco: La atletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora