Epílogo

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"Acerco mi rostro al de Summer y la beso, aquí y ahora, disfrutando de este instante, de ella, sin saber qué consecuencias traerá en el futuro".

3 AÑOS MÁS TARDE

Summer P.O.V. 

El taxi frena ante la enorme edificación de piedra. He venido otras veces, pero, aun así, no me acostumbro. Es grande y majestuosa, como un palacio. Incluso diría que me recuerda un poco a Hogwarts. Oxford siempre me ha parecido una de las mejores opciones donde pasar los años universitarios.

Pago al taxista por el viaje y le pido que deje mis maletas en el hotel en el que me hospedaré el tiempo que esté en Inglaterra. No puedo quedarme aquí, puesto que no soy alumna de la universidad, aunque me gustaría.

Sin embargo, a veces hay que escoger entre lo que quieres  y lo que realmente necesitas.

Trato de no tropezar sobre mis sandalias de Jimmy Choo mientras atravieso el camino pavimentado que me conduce a la facultad de derecho. Pasan los años y continúo sin saber caminar con tacones; creo que es un caso grave de falta de equilibrio, así que ya he abandonando mis esperanzas de parecer elegante y refinada. Simplemente intento mantener mi cara lo más lejos posible del suelo. Me ajusto las gafas de sol, porque a principios de junio empieza a hacer mucho calor. Con fastidio, me doy cuenta de que he empezado a sudar. Me había puesto toneladas de desodorante, pero la humedad ha vencido sin esfuerzo su efecto antitranspirante. No importa que me haya puesto una falda corta de gasa, o la blusa más ligera que he encontrado en mi armario: haga lo que haga, cuando vengo a Inglaterra en verano, y por mucho que me guste Oxford, termino por echar de menos el clima seco de California.

Entro en la facultad de derecho y me dirijo directamente a la recepción.

-- Hola, ¿podría ayudarme? -- le pregunto a la secretaria que se encuentra tras el mostrador.

-- ¿Qué necesita?

La gente empieza a tratarme de usted. Me pregunto si realmente parezco adulta, o lo hacen por mera cortesía.

-- ¿Dónde se encuentra el aula de Derecho Civil?

-- ¿Qué curso?

-- Tercero.

La secretaria hojea entre sus papeles hasta encontrar el que busca.

-- Segunda planta, tercera puerta a la derecha. Aunque... me parece que están en mitad de un examen ahora mismo.

-- Lo sé -- sonrío --. Esperaré fuera.

Subo las escaleras hasta la segunda planta. Los pasillos están medio vacíos a esta hora de la mañana, y de las aulas apenas escapa sonido alguno. Encuentro pronto la que busco, y me atrevo a mirar por el cristal de la puerta. Casi un centenar de alumnos está reunido ahí dentro, todos en pupitres separados y con expresiones centradas, escribiendo en sus exámenes. Solo imaginarme estudiando Derecho Civil me da pereza, pero sé lo mucho que les gusta a algunos de ellos, incluso a los que no sabían qué hacer con su vida cuando empezaron la carrera.

Como le ocurre a él. Tardo un poco en localizarlo entre la marea de estudiantes, pero lo hago. Escribe con rapidez, frunciendo el ceño, con los labios apretados. Noto un hormigueo en el estómago al verle allí, después de tantos meses. Su pelo castaño ha crecido lo suficiente como para molestarle mientras hace el examen, puesto que aparta un mechón que cae sobre su frente cada dos minutos. Parece que a él no le afecta el hecho de estar en Inglaterra, porque su piel sigue tan morena como la primera vez que le vi, hace años, en una playa de Barcelona.

Sigue siendo mi Luke, a pesar del tiempo, de la distancia, a pesar de todo.

El timbre suena, y escucho el ruido de mesas y sillas, de los alumnos levantándose para entregar sus exámenes. Las manos me tiemblan un poco, como siempre que me dispongo a hacer algo por sorpresa. Luke no sabe que he venido a verle, porque está en plena época de exámenes finales, y cree que yo también, aunque lo cierto es que acabé hace tres días. Él piensa que nos veremos dentro de unas semanas, en casa, pero no podía esperar. Además, vernos en casa es tan distinto...

Sweet Sixteen.Where stories live. Discover now