-Nos enseñan a ser responsables -asegura con orgullo.

Gruño en respuesta y pongo los ojos en blanco. 

Responsables, ya, claro. 

-¿Necesitas ayuda? -pregunto con picardía mientras lo observo tener problemas con el condón. 

No hace falta decir que este condón es algo rudimentario. Olvidémonos de fluorescencias y sabores... Esto es únicamente un objeto práctico. 

Ladeo un poco la cabeza mientras observo a Engel batallar con el condón. Creo que voy a echarme a reír en cualquier momento sino lo ayudo. Cualquiera pensaría que verlo desnudo me provoca vergüenza o que él me vea desnuda me provoca vergüenza. No os voy a engañar, me da vergüenza pero alguna vez iba a llegar a este punto con alguien. Si no era con Engel, sería con otro. 

-Ya -anuncia Engel. 

Empujo sus hombros con delicadeza y él me mira extrañado. 

-¿Qué haces? -pregunta mientras recorre mi cara con su mirada. 

-De donde yo vengo, las chicas van arriba -aseguro. 

No es del todo cierto, ¿no? Nadie tiene asignado un lugar pero Engel no sabe eso. Y yo quiero llevar el ritmo de esto. Quiero ser la que controle todo lo que pasa. El ritmo, el lugar, el tiempo, todo es importante para mí y pienso dedicarle mi tiempo. 

-¿De dónde vienes exactamente? -pregunta con diversión mientras recuesta la cabeza en el colchón. 

-Es un secreto -respondo con una media sonrisa. 

Engel hace un mohín con la boca y me provoca una risotada. 

-Una vez que hayamos empezado no habrá vuelta atrás -advierto-. ¿Estás seguro de que quieres esto? 

La respuesta de Engel es empujarme encima de él. Solo tumbada sobre él. Cuerpo contra cuerpo. Durante unos segundos permanecemos así, sin decir nada, sin respirar demasiado fuerte. Hasta que siento que estoy al borde de la desesperación y que necesito algo de acción. Me coloco en una posición perfecta y comienzo a moverme. El sonido de nuestras respiraciones agitadas rebota contra las paredes empapeladas de la habitación. La cama de hierro dorado se agita un poco, pero no lo suficiente como para golpear la pared y hacer ruido, afortunadamente. 

Engel parece del tipo sentimental de persona, de verdad. No me lo esperaba de un soldado alemán, pero lo es. Es de los que le gusta estar siempre mirando a los ojos mientras hace el amor y de a los que le gusta besar mucho. Es de los que no diferencia entre hacer el amor y tener sexo. De los que creen que solo se puede hacer el amor, nunca será solo sexo. Yo nunca he sido de esas. Nunca he tenido una relación, nunca he tenido que sufrir por un novio convertido en ex, nunca he llorado, nunca he comido un kilo de helado, nunca he gastado una caja de pañuelos debido a mis lágrimas... Ese tipo de cosas no han sido nunca lo mío. No es que no quiera una relación seria, es que siempre he tenido otras prioridades. 

Estudios y después relaciones. Nunca pensé que las dos cosas eran compatibles. Ya es suficiente tener que faltar a clase por culpa de la menstruación, no necesito añadir la excusa del corazón roto. 

Supongo que estaría bien tener a alguien de mi lado hasta que me vaya. Hasta que yo sea la que rompa el corazón de alguien. 

Me gusta que Engel sea de a los que les gusta ceder. No hablo de consentir, sino de ceder. Al igual que yo cedo cuando terminamos y el hace un rápido movimiento para ponerme de espaldas en la cama. 

Engel coloca una mano sobre mi boca y me hace callar. Escuchamos como la puerta principal de la casa se cierra. Los zapatos de tacón de la señora de la casa resuenan contra las escaleras, pasan frente a la puerta del despacho y continúan su camino. Poco después alguien golpea la puerta del despacho. Engel mantiene su mano sobre mis labios. 

-Teniente, ¿desea que le lleve a la señorita Leblanc la cena? -pregunta la sirvienta al otro lado. 

-No hace falta, gracias -responde Engel con el acento más marcado que nunca. 

Esta nervioso y eso lo vuelve torpe con el idioma. 

-Está bien, señor -dice la sirvienta. 

Esperamos unos segundos en completo silencio. 

-¿Y ahora qué? -pregunto cuando me deshago de la mano de Engel. 

-Supongo que tendrás que quedarte aquí toda la noche -responde, encogiéndose de hombros. 

Le propino un suave puñetazo en las costillas. Engel sonríe y se deja caer a mi lado antes de deshacerse del condón y atraerme hacia él como si fuera su almohada personal. 

-Será mejor que duerma, señorita francesa -susurra en mi oído-. No sé si la despertaré en medio de la noche. 

Levanto una ceja hacia él. Soy tan buena despertándome en mitad de la noche como lo soy despertándome por la mañana por lo que... se puede preparar. 




LA HIJA DEL TIEMPO (II GUERRA MUNDIAL)Where stories live. Discover now