⚜Ｒａｓｔｒｏ ｄｅ Ｓａｎｇｒｅ ｙ Ｍａｇｉａ⚜

53. Pesadillas & visiones

× Casa de Campo de Hayley y Hope ×

El camino de regreso de la Armería a la casa de campo donde se "escondían" Hayley y las dos jóvenes con ella había sido largo. Miró durante todo el camino a su hija dormida en el asiento del acompañante. Se veía tan tranquila pero a la vez, por momentos, daba algún que otro brinco en el asiento. Se removía. Parecía mover sus labios diciendo algo pero nada audible para las dos restantes.

Claro que la madre se preocupaba, pero con todo lo que pasaron, alguna que otra pesadilla era normal de tener. Ella misma las tenía de vez en cuando.

Dentro de la cabeza de Hope las cosas estaban movidas, imágenes iban y venían. Todo estaba mezclado. Todas sus vidas de una sola vez...

< Era una pequeña aldea, las casas precarias y árboles rodeándoles. De frente a ella un hombre con una espada de madera, luchando con ella. La estaba preparando como todo buen padre a combatir. Nunca pudo vencerlo, no era lo suficientemente buena para ello, y aún así, él hacía su mejor esfuerzo para que ella pudiese vencer al peor enemigo que llegase a enfrentar.

Golpes iban y venían. El ruido de las maderas golpeando una contra la otra entre cada golpe. Al fin ella cayó. La venció.

Claro que la molestaba pero sabía que era por su bien aquel entrenamiento.

— Arriba, Morraine. No te des por vencida tan fácil.

Ordenó el hombre que la había derribado. Su padre, Tessarion, Cuarta Generación y líder de la Manada Cresciente. Aquellos guardianes de las Brujas, de su propio Aquelarre. "Un lobo y una bruja se enamoraron y allí la historia de amor comenzó"...

Claro que la jovencita de 15 años obedeció a su padre. Se puso en posición, su respiración era agitada y ansiosa. Aún así, por más que estuviese prestando atención a lo que estaba haciendo, también lo hacía a las voces que se oían de fondo. Cada tanto observaba a las figuras que se hallaban a unos metros de donde estaba prácticando: se trataba de su madre y su pequeño hermano.

— ¿Por qué Padre entrena a Morraine y no a mi?

Preguntó el pequeño niño de aparentes 10 años sin desprender su mirada del entrenamiento de su hermana mayor.

— Eso es porque tu hermana es la mayor y por tanto, ella deberá guíar al Clan algún día.

Replicó Dassandria, la Samhain del Aquelarre y madre de Morraine. Sonaba calma, respetuosa. Tranquila. Nunca desvió su mirada de su hija, a la que veía casi con un ápice de orgullo: una loba con poderes de bruja podría fortalecer tanto al Aquelarre como al Clan. Todos los sabían.

Morraine giró. Vio a su amor tendido en el suelo. Sentía las cadenas quemándole sus muñecas. El ardor en su vientre, aquel horrible dolor. La pérdida de su bebé. Todo aquel dolor regresaba a ella, los gritos, el sufrimiento, todo. Incluso veía las marcas en sus muñecas causadas por las cadenas con las que fue emprisionada al suelo en aquel bosque.

Volvió a girar y se vio a sí misma.

Se oía un murmullo a lo lejos. Eso la despertó. Y al hacerlo, pudo ver como algunas flechas estaban clavadas en su cuerpo, flechas de madera estancadas en su pierna, abdomen. Su largo y destrozado vestido blanco apenas manchado de sangre.

Se quitó aquellos objetos de encima y trató de levantarse. Cuando lo hizo, al lebantar la mirada al cielo vio miles de flechas más. A lo lejos, un grito de carga « ¡Atrapenla! ¡Matenla! » Salió corriendo por el bosque, tropezando con ramas en el suelo, intentando refugiarse bajo arboles. Vio que algunas flechas se enterraron en su refugio.

Llegó a una cabaña abandonada, venida abajo, destrozada pero suficientemente en pie para retenerla. Apenas se asomó a una de las ventanas y otra flecha la rozó justo peor consiguió esquivarla.

Salió de allí y corró por todo el bosque hasta llegar a un lago...un puente se forjó delante suyo, raíces de ábroles cediéndole el paso para llevarla lo más lejos de allí. Claro que avanzó antes que las flechas volviesen a alcanzarla. Pero al pisar el último escalón tras cruzarlo algo pasó: regresó al bosque de Mystic Falls, allí, donde resurgió. Todo estaba oscuro, sintió un ruido y cuando giró, vio figuras en la oscuridad. Se iban acercando al punto de hacerla sentir acorralada, como si una magia o energía la acorralase.

No supo porque pero, sintió como un fuego que la arrasaba por dentro y de la nada, una especie de explosión copó y arrasó con todo alrededor...>>

Hope se despertó exaltada. Mirando para todos lados. Cuando vio que estaba en el auto y que el mismo estaba deteniéndose al fin en su casa , se alivió.

— Al fin llegamos...

Resfregó sus ojos y se desperezó.

Claro que la híbrida Labonair la miró extrañada. Preocupada más bien, conocía a su hija lo suficiente -o al menos eso creía- como para notar que algo no andaba bien ella.

— ¿Estás bien?

— Si, si..estoy bien.

— ¿Segura?

— Mamá te juro que estoy bien. No te preocupes...ahora vamos que tenemos trabajo que hacer.

Hope se desató el cinturón de seguridad que tenía puesto, abrió la puerta de la camioneta y descendió de la misma, azotando la puerta al cerrarla.

Hayley soltó un bufido. Sabía que algo andaba mal y lo peor, sabía que su hija era terca y no diría lo que le pasase. Una buena mezcla de Klaus y ella tenía que ser. Resignada, también bajó del auto y azotó la puerta de un golpe al descender.

Allegra había sido la primera en bajar, y fue la primera en ingresar en la casa. Se dirigió directo a su habitación para buscar algunos objetos para comenzar el hechizo que su hermana quería hacer.

Tenía que admitir que cuando se le metía algo en la cabeza no había con que sacárselo. Al menos algo bueno heredaron de sus "ancestros".

Tenían poco tiempo. Si als cosas salían bien, dentro de 3 días y con la luna llena a favor podrían infiltrarse en New Orleans y liberar al híbrido Klaus. Estaba a contrarreloj. Todo tenía que salir bien, o Hope no estaría muy feliz y soltaría aquella imprudencia que solía caracterizarla en ocasiones. Aunque claro, nunca la había visto tan apegada con alguien como con los Mikaelson. Por alguna razón, quería protegerlos más que a cualquier otra familia con la que había crecido, y eso explicaría el porque estaba tan empecinada en tener éxito.