Parte 41. Un sueño misterioso.

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   Era una noche de plenilunio en Espejismo, Trown no lograba conciliar el sueño; se hallaba en su lecho, con los brazos tras la nuca mirando el techo con aire pensativo, tratando de comprender el sentido de la última despedida de su prometida, intentando vislumbrar las mudas palabras de su mirada, las mismas que callaban sus labios. Finalmente, fue vencido y su rostro cobró serenidad recordando todos los buenos momentos, y todos le parecían buenos, las disputas, los desafíos; incluso los desprecios, porque todo eso tenía algo en común: el amor. También pasaban por su cabeza la forma en que ella lograba hacerlo enfurecer y aquellos tiempos en que él solía fastidiarla sólo por verla rabiar conociendo de antemano que tomaría revancha; los tiempos en que el amor se disfrazó de odio; el deseo en desprecio; la pasión en perversidad; como si se tratara de adivinanzas que debían resolver, aunque, en lo más profundo de sus almas el juego ya estaba resuelto, tal vez, desde la primera vez que se conocieron. Cerró los ojos y quedó dormido soñando con su amada. No se vería tan tranquilo si supiese que, en algún lugar de Magia, alguien conocido y desconocido a la vez, lloraba por él empañando con sus lágrimas su uniforme.


   Lucero surcaba los cielos alrededor de Palacio, trayendo consigo a Clai, el gnomo. Ya más próximos, pudieron notar al desconsolado guardia en la torre mayor, donde descendieron y fueron junto al desdichado.

   –Aral... –La muchacha levantó su cabeza al oír su nombre.

  –¿Clai? ¿Lucero? –Su voz se notaba afectada por el llanto, elevó su casco para secar sus ojos con los guantes que ocultaban sus manos–. ¿Qué hacen aquí?

   –Lucero presintió tu estado de ánimo y vinimos a verte.

   –Se los agradezco –respondió ya más calma y el unigazo la acariciaba con su hocico, en tanto, Clai se sentó a su lado.

   –¿Qué sucede?

   –Supongo que debe ser algo justo... ¡Pero, el precio es demasiado alto y cruel por ser el elegido! –exclamó entregándose otra vez a la pena.

   El gnomo se incorporó y apoyó su mano en el hombro de la princesa-guerrera intentando reconfortarla. Montó nuevamente en el corcel, pues, no podía hacer nada por ella, al menos que, aquel muchacho que envió una vez a pasar las vacaciones allí cuando ella era el Brujo Nocturno... ¡Debía comunicarse con él! ¿Cómo era que se llamaba? ¡Tharo, ese mismo! De pronto, al pasar por el pueblo, divisó a Phonfirt yendo hacia su bosque, entonces, se dirigió rumbo a él. Minutos más tarde, se perdieron entre los árboles.


   Los dulces sueños de Trown se transformaron y su inconsciente sonrisa se borró dando lugar a una mueca de desaprobación... Y despertó en medio de la oscuridad. Observó extrañado a su alrededor y oyó una voz de niño.

   –Gran Príncipe... –El nombrado se dio vuelta hacia donde provenía el sonido y se encontró con un pequeño a pocos pasos suyos. Phonfirt.

   –¿Quién eres?

   –Alguien que tal vez, pueda ayudarte.

   –¿Ayudarme? ¿En qué?

   –Ya lo sabrás. Mas, ahora, ven; sígueme. Tengo mucho que mostrarte.

   El hombre se fue junto al niño que le ofreció su mano y él aceptó. Al sentir esa manito tibia en la suya, pensó en lo maravilloso que sería sentir la de su propio hijo, niño o niña, no le importaban los detalles, en tanto, fuera de ella.

   –¿A dónde me llevas?

   –A distintos lugares.

   Así, emprendieron su viaje desapareciendo de aquella oscuridad pasando al mundo real, en este caso en el mismo Espejismo. Sus rostros aparecieron frente a una humilde ventana, donde del otro lado habitaba una familia numerosa.

Doble Destino.Where stories live. Discover now