Parte 11. El regalo inesperado.

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  El día que tanto le preocupaba a la princesa Aral había llegado al fin. Durante todo el día anterior y a principios del mismo, Canda había estado tratando de averiguar qué clase de obsequio escondía el silencio de su hermana, más al mediodía se halló con su madre.

  –¡Canda!

  –¿Sí, mamá?

  –Faltan ocho horas para la fiesta y, aún, no sé qué es lo que pedirá tu hermana. ¡Ya me lo tienes que decir! Así que, soy toda oídos.

  –Pero, mamá; yo tampoco lo sé. Nadie lo sabe.

  –¡¿Cómo que no lo sabes?!

  –Yo no me llevo bien con ella.

  –De los cuatro tú eres la más inteligente; ¡¿y te es tan difícil descubrirlo?!

  –¡Pero, tú sabes cómo es ella!

  –¡Basta de peros! ¡O lo descubres de inmediato o te quedarás sin aquel vestido tan bonito que me pediste!

  –Está bien, mamá; seguiré intentando, mas Aral es muy terca.

  –Lo sé, cariño. La culpa la tiene tu padre que los ha malcriado ¡y ahora esto, una autorización para que pida el regalo delante de todos! ¿Por qué confía tan ciegamente en esa jovencita? Seguro que nos va a hacer pasar vergüenza.

  –Mientras que no suceda lo que en mi aniversario... ¿Recuerdas?

  –¡Sí, hacerle eso al Gran Príncipe! Por eso, hijita, tú debes conquistarlo, caerle simpática como hasta ahora.

  –Pero...

  –No; no debes preocuparte, de seguro te escogerá a ti. Eres la única a su medida. ¡Suerte que te eduqué yo! Ahora, eres toda una dama, hay más de un príncipe y rey que lo darían todo por tener una esposa como tú.

  –Sí, mamá –aceptó resignada–. Mejor me voy a buscar a Aral. –Se retiró con la cabeza gacha.

  Instantes más tarde, en el salón donde se encontraba Vella, Angal apareció por la puerta toda sucia, al ver que allí estaba su madre, intentó pasar a escondidas. Sin embargo, la reina la descubrió y en vez de reprenderla la nombró cariñosamente.

  –¡Angal, mi precioso bebé! –La niña no entendía nada y asombrada miró a su madre como si estuviere mal de la cabeza.

  –¿Te sientes bien?

  –Mejor que nunca, hijita.

  –¿Pero, no escondes nada?

  –Hablando de esconder... ¿Por casualidad, sabes qué es lo que pedirá tu querida hermana?

  –¿Cuál?

  –Aral, por supuesto. ¿Quién otra sino?

  –¡Ah, ella!

  –Sí. Es que deseo darle la sorpresa.

  –Y, no sé... Puede ser...

  –¡¿Oh, sí?! ¿Y qué es?

  –No sé si deba decírtelo.

  –Si me lo dices mami puede ser muy generosa contigo.

  –¿Qué tanto?

  –Lo suficiente. ¿Qué quieres pedirme?

  –Bueno... a mí me gustan mucho los sapis; pero, tú no los quieres... ¡Y se verían tan bonitos en mi cuarto!

Doble Destino.Où les histoires vivent. Découvrez maintenant