Parte 22. Trown vuelve a su planeta.

20 5 6
                                    

  Ya habían pasado varias jornadas desde que Aral había ejercitado su seducción con el Gran Príncipe. En Magia, la noche  había llegado hacía algunas horas; Trown se marcharía al día siguiente a su "perfecto planeta." En palacio, sólo había dos habitaciones que aún estaban a media luz, la de la Princesa Aral y la del Gran Príncipe; ambos se hallaban recostados en sus camas; después de varios replanteos y pensamientos aparentemente imposibles, se sentaron frente a sus respectivos espejos con aburrimiento y sin nada que hacer.

  Aral apoyó los codos sobre la mesada sosteniendo su rostro entre las manos observándose al espejo que le había regalado Trown un año atrás. 

  Mientras tanto, el hijo de Zach, se había recostado sobre el respaldo de su silla y girando su cabeza en señal de fatiga. De pronto, recordó a Aral y el espejo; hacía mucho que no husmeaba su cuarto así que lo activó con un chasquido. Al hacerlo, tuvo en su propio espejo el primer plano de la joven que todavía se hallaba en la misma pose. Trown sin darse cuenta se aproximó a aquella imagen y sus ojos denotaban asombro y un brillo de alegría... ¿Asombro; de qué? Si cada vez que la miraba lo único que sentía era rabia, enojo y fastidio. Reconocía que algo sucedía en su interior, diferente a lo que había sentido hasta el momento por las demás mujeres; pero, seguro se trataba de su sed de venganza o, por lo menos, eso creía. La princesa se sentó erguida y suavemente fue desarmando el peinado dejando con sutileza cada hebilla en el cofrecito ubicado ante el espejo; su ensortijado cabello fue cayendo sobre sus hombros, poco a poco, para terminar pasándolos; ya suelto comenzó a cepillarlo. Trown seguía atentamente cada movimiento sin moverse un instante de su sitio. De repente, unas largas orejas taparon el rostro de la princesa volviéndolo a la realidad y obligándolo a alejar su faz del espejo.

  –¡Cone! ¿Cómo has subido aquí, eh? –ella cuestionó tomándolo en brazos permitiendo que nuevamente Trown pudiera verla–. ¿Tienes sueño? –El pequeño conicus bostezó estirando sus patitas delanteras–. Ya veo. –Le besó la nariz. La mascota quedó dormida de inmediato y Aral lo llevó a su lecho. Seguidamente fue al armario, tomó una prenda y se dirigió al cuarto de baño donde se cambió. Regresó, entonces, al tocador y observándose sonrió burlona de sí misma al ver que aquella prenda le ya le quedaba algo prieta, no tanto por haber crecido sino por el cambio que estaba tomando su cuerpo. –¡Vaya! –se habló a sí misma–. ¡Parece que ya no puedes seguir siendo una niña!

  –Sí, mi princesita; la niña quedó hace un buen tiempo atrás –él le respondió a la nada. Aral terminó de acicalar su melena, en tanto, Trown, sin pensarlo, siguió con sus dedos el recorrido del cepillo a través del espejo. La joven finalmente lo dejó sobre la mesa y se alejó hacia su cama donde se acostó junto a Cone. El hijo de Zach se la quedó viendo por un momento confundido, para posteriormente desactivar el espejo con cierta molestia e irse a dormir.



  A la mañana siguiente, el espejiano ya tenía todo preparado para partir después del desayuno. Tras el transcurso de este, Aral se sintió muy incómoda porque cada vez que ella levantaba la mirada, se hallaba con la nueva que mostraban los ojos de Trown, quien estaba dispuesto a mantenerla, por lo que se veía obligada a apartar la suya de mala gana. 

  "¿Y a este, qué bicho le picó?," pensó ante la primera vez que notó el singular hecho. Y por cada vez que bajaba o desviaba la suya, surgían nuevos pensamientos. "¡Es tarado!"

  –Esperamos que la hayas pasado bien junto a nosotros, Trown.

  –Por supuesto que sí. Es más, me hubiera gustado que las vacaciones duraran un poco más, pero, no se puede detener el tiempo, Rey Jan.

Doble Destino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora