Parte 32. En honor a los huéspedes.

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  Trown dio a su padre una idea estupenda; organizar una fiesta para agasajar a la familia real de Magia y celebrar conjuntamente el cumpleaños de los gemelos.

  –¡Excelente! ¡Yo me encargaré de todo, hijo! No será para nada común, será maravilloso.

  –Sí; y que la música, mejor dicho, la gran mayoría de ella sea lenta.

  –Claro que sí. Lo único que me preocupa es esta chica. ¡Por lo menos, alguna vez, debe lucir bien!

  –Yo me haré cargo de que luzca como debe. –Zach lo observó intuitivo.

  –Trown, seré curioso... ¿hay algo con respecto a esa joven?

  –Es linda; sólo eso.

  –¿Es la posible...?

  –Tal vez; aún no lo sé –respondió, en tanto, su padre escondió una sonrisa astuta.


  Por la tarde, el Gran Príncipe buscaba a la cuestionada princesa rebelde. 

  –¡¿Aral, dónde estás?!

  –¡¿Qué rayos te importa?! –gritó desde el pasillo adyacente, por lo que él se dirigió a ella.

  –Cámbiate; ponte lo mejor que tengas.

  –¿Quién te crees que eres?

  –¡Ve y ponte aquel vestido nuevo; aquel que aún no estrenaste! –Conocía el hecho a causa de que Vella se lo recriminaba constantemente a su hija.

  –¡No! ¿Por qué he de hacerlo?

  –Porque ahora nos vamos de compras.

  –Yo no deseo ir; que mi madre vaya sin mí.

  –Tu madre no irá; así que haz lo que te dije.

  –No haré nada. Tendrás que llevarme a rastras.

  –Como quieras. –La cargó sobre sus hombros.

  –¡Suéltame! ¡Déjame! ¡Eres una bestia! –protestaba pataleando y golpeándolo, pero, por más que hiciera lo que considerara más efectivo, él no la bajó. 


  Al llegar a la habitación, él abrió la puerta y dejó a la muchacha sobre la cama para, luego, cerrar la puerta. 

  –¡Eres un animal!

  –Gracias; ya me lo habían dicho. –Se encaminó hacia el armario.

  –¡¿Qué haces?! –interrogó arrodillada en el lecho.

  –Limpio tu armario –respondió en tanto revisaba todo.

  –¡Deja esos vestidos allí! –ordenó a la par que saltaba infantilmente.

  –¿A estos llamas vestidos? ¡Son unos harapos! –Fue tirando en el suelo, una a una las prendas de la joven, ya fuera porque estaban destrozadas o le quedasen chicas, como aquel camisón. Al encontrar el nuevo, se lo arrojó al rostro, en tanto, ella seguía con sus brincos–. ¡Toma; úsalo!

  –¡No me lo pondré!

  –¡Mira, niña caprichosa; no me hagas perder la paciencia o yo mismo te desvestiré y te cambiaré!

  –¡Ja, ja y más ja!

  –¡¿Te burlas?! ¡Ahora verás! –clamó resuelto yendo hacia ella como para que Aral tomase más en serio su amenaza.

  –¡Está bien; lo haré! ¡Pero, vete de mi habitación!

  –Te doy cinco minutos; si en ese período no sales, entraré a por ti. –Cumplido el lapso, Aral ya estaba vestida con el vestido que habían acordado y él volvió a ingresar–. Bien. Mucho mejor. Ahora, cepíllate el cabello y nos vamos.

Doble Destino.Where stories live. Discover now