Capítulo 50

8K 677 118
                                    

Al igual como las estaciones pasan así la vida es pasajera y el viento helado se lleva las lágrimas, los rayos del sol alejaron la oscuridad. Eran libres, ya eran libres de la maldad.
Corazones heridos, otros sanados.

La loba deja caer las lágrimas, pero eso solo es prueba de que amaba de verdad y que no fue correspondida, ahora... Solo le queda morir sola.

Por fin pueden ver el futuro con esperanza.

Sólo tenía en mente, llegar a su lado, no sabía si estaría herido o no. Eso era lo de menos, podía sentir la sangre hervir de dentro hacia fuera.

El sudor se pegaba a su espina dorsal, el viento helado reventaba sus pómulos y sus labios.

Se detuvo y golpeó al caballo para que huyera. No lo podía creer, eran demasiados. Al mirarlos, su aliento se detuvo.

¿Como encontraría a Dmitry entre tantos  lobos y cadáveres? La escena era desgarradora. De inmediato, los roges la interceptaron y corrieron hacía ella con intenciones asesinas.

¡No van a detenerme. No hasta encontrarlo!

Furiosa espero el ataque, desenfundó la espada que llevaba en la cintura y miro como esa jauría de lobos con dientes y garras afiladas se disponían a darle muerte.


(***)


Alekséi soltó la espada impresionado.
Miró a Kennya que sujetaba su vientre con fuerza, se miraba mal.

Corrió a ella sujetándola con ternura y delicadeza.

—¿Estas bien? Kennya. ¡Dios! No puedo creerlo —toco el vientre de la cazadora. Sus ojos se cristalizaron en esos momentos creía morir de felicidad, pero un glutural sonido los saco de su pequeña burbuja.

Ieelen, con las pocas fuerzas que le quedaban comenzó a toser con fuerza, con esa afilada espada atravesada en el cuerpo. Nikolai, se levantó y la miro, incrédulo.

Jamas pensó que esa mujer haría una estupidez de esa magnitud.

Enfoco la vista en el hombre frente a ella, agonizante levanto la mano en su dirección.

—¡A-ayuda-m-me Nikolai! ¡Por f-avor!

La loba, trato de arrastrarse hasta él.

Si tan solo pudiera rozar su cuerpo pensaba en esos últimos momentos.

El viejo alfa se dejo rozar con una mueca de aberración en el rostro.

—Es una verdadera lástima. Diste tu vida por mi. Fuiste un arma excepcional, lamentare perder tu fuerza. Ahora ya no eres nada. ¡Bien! Sera mejor que te reúnas con los demás perros que inútilmente han luchado contra esos lobos de Grendell y Steelfang y han muerto. Me temo, que la promesa de una utopía queda disuelta —sacudió el pie soltándose del agarre de la morena de una forma tan fría que helaba mas que el clima.

La loba gimoteo tratando de levantarse.

—¡Po-por q-que!  —tosió tragantándose con la sangre.

Nikolai se acuclillo a su lado, con esa repugnante sonrisa en el rostro. Esos ojos gélidos y llenos de odio. Bailaron entre su rostro y la espada.

Levanto la mano, tomo la espada de la empuñadura, la tomo con los cinco dedos con firmeza. La loba emitió un quejido.

—Por la misma razón que estoy aquí hoy tratando de matar a ese lobo bastardo y a su ramera. Por la misma razón que le di muerte a mi esposa, envenenándola. Por la misma maldita razón que dejé morir a mi querida hija Erion y condene mi alma al infierno. ¡Yo no tengo un maldito corazón ni mucho menos sentimientos inútiles como el amor!

Kennya: Cazadora de Lobos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora