Capítulo 39

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...


¡Esto era demasiado, no soportaba su mirada sobre ella!

¡Ya basta! Pensaba.

El cazador veterano la miraba mientras se mecía por la habitación. Sus ojos, eran tranquilos pero cuando quería los convertía en afiladas dagas clavándose en la carné.

—¿Y bien? ¿Hablarás o este yelmo desolado sera tu tumba... loba?— Arrugo el ceño con evidente fastidio. Ese tono despectivo era repugnante.

—No soy loba. ¡Tengo un jodido nombre!Es Mérida. Y si... hablaré pero no contigo viejo. Lo haré con Bogdan.

El tipo sonrió confiado. Si que era raro a su parecer.

—Últimamente has estado muy unida a Bogdan. Es extraño, para una loba que dice odiar tanto a los cazadores ¿Acaso tu intenciones son otras Mérida?

Se acercó de repente a centímetrosde su rostro. Sujetaba los ante brazos de la silla fuertemente. Sus ojos no se alejaban de los de la rubia. ¡No soportaba a este tipo!

La puerta se abrió de golpe y ambos giraron a la misma vez. La chica abrio los ojos con asombro. Era Bogdan, venia agitado y cabreado. Al verlos, su rostro se descompuso en una desagradable mueca.

El cazador veterano se alejo de ella, y no pude evitar sentirse avergonzada frente a él.

Lo miró, sus ojos tan fríos y serios se clavaron en el maestro de Kennya.

—¿Ha pasado algo Bogdan?

Este tardo en responder, apretaba los puños y parpadeaba rápidamente.

—¿Que demonios hacés encerrado aquí con ella?— su voz sonó tan tétrica que parecía un eco.

—Haciendo tu trabajo. Interrogando a la prisionera.

Bogdan entro, y tomando a la chica  bruscamente del brazo la sacó a fuera.

—¡Pero que... ¡Bogdanov! ¡Que significa esto!— Bogdan detuvo su andar, la rubia miraba la furia marcada en su rostro, estaba muy molesto.

Girando sobre sus talones volvio a donde Mijail se había quedado en silencio.

—No lo vuelva a ser... por favor maestro. ¡Yo seré quien interrogue a esta prisionera! ¡No meta sus narices en esto!

Mijail sonrió de lado. Vaya que tenía bolas.

La tomo de nuevo del brazo. Sorprendida no podía emitir palabra alguna, podia sentir su tacto. La sensación la paralizaba. La piel  hormigueaba. Le llevo hasta lo mas alejado del campamento. Estaba hecho una furia.

Caminaba de izquierda a derecha, balbuceando maldiciones.

—¡Maldito hijo de puta! ¡Como quisiera clavar mi espada en tu maldito cráneo!— gritó a la nada.

Se giro y la miro tan intensamente que la ponia nerviosa. A pasos agigantados, la tomó de los abrazos y unió su frente con la de ella. Podía sentir su respiración fría y agitada.

—¿Por que? A caso... ¿no soy suficiente?— sus labios estaban a centímetros de los de la loba. Sus manos temblaban.

—Pero... que te sucede.

Levanto la vista y sus ojos tan grises, tan aguados, tan heridos parecían fundirse.

Si pensarlo la beso. Tomada por sorpresano reaccionó, no podía creer que el la hubiera besado por deseo propio. Cedío y tomó su nuca acercándolo lo mas posible a sus labios, sus bocas, se unían. Labios, lengua, saliva todo estaba mareandola.

Kennya: Cazadora de Lobos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora