Capítulo XI

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No soy sumisa, nunca lo he sido, por eso he tenido muy pocas relaciones y en las que he estado no duran más de cinco meses. La mayoría de los hombres no soportan que los contradigas. Voy a salir con Lucas Ferreyra, lo hare; pero eso no quiere decir que seré la muñeca que tendrá cada vez que le da la gana, no quiere decir que voy a obedecerlo en todo, no quiere decir que voy a perder mi libertad. Odio perder, y no seré yo la que salga perdiendo en este juego.

El es el hombre que toda mujer desea, pero yo no deseo la vida pública en la que está metido. Odio que se metan en mis cosas y me aterra la idea de saber que van a investigar hasta mi niñez si se enteran que salgo con el millonario Lucas Ferreyra. Es por eso que he aceptado que nadie sepa de lo que va a empezar entre nosotros.

¿Qué si me gusta? Por supuesto, pero es solo atracción física, nada de amor y creo que ambos hemos dejado claro que es eso lo que sentimos.

— ¿Crees que yo pueda entrar? —Pregunta Dallan con la pequeña tabla de surfear en sus manos.

—No lo sé. Mejor mira como lo hago y después te colocaremos un salva vidas y entrare contigo para explicarte cómo hacerlo, ¿De acuerdo? —El asiente, por lo que yo corro al agua y me subo a la tabla cuando la misma casi llega a mis rodillas. Empiezo a mover mis brazos y nado encima de esta hasta encontrar lo que necesito.

Cuando pesco una ola me levanto y hago todo mi esfuerzo por mantener el equilibrio perfecto. En la primera ola logro hacerlo, por lo que miro a Dallan y este aplaude para mi, cuando voy por la segunda ola, que es más grande, mi equilibrio se pierde y caigo al agua tragando un poco de esta. Es horrible. Tardo un poco más de lo necesario para salir, y cuando lo hago recupero la tabla jalándola por la cuerda que está amarrada a mi tobillo.

—No soy tan buena, solo lo practicaba cuando íbamos de visita a casa de mi abuela que vive en la costa. —Explico cuando salgo del agua.

— ¿Qué no eres buena? Lo hiciste bien, ahora enséñame a mí. —Pide Dallan, está colocando su chalequito salvavidas. Nos adentramos al agua y le enseño lo básico, la mejor forma de levantarse, como mantener el equilibrio y enfrentar las olas. Se cayó varias veces, pero como el chico valiente que es se levanta y lo intenta de nuevo, así pasamos media hora hasta que anuncio que tenía hambre. Salimos del agua y tome mi vestido de playa para enfundarme en el, hoy uso un traje de baño enterizo; a decir verdad me da un poco de pena usar traje de baño delante de mis jefes, pero fue la misma señora Alana la que dijo que nos enfundáramos en nuestros trajes de baños y salíamos al mar.

Al subir las escaleras que dan a la playa de la hermosa casa que han rentado debí contenerme y no poner los ojos en blanco al darme cuenta de que Lucas está sentado en los muebles que dan una hermosa vista al mar. ¿Desde cuándo esta allí? ¿Nos ha visto surfear?

—Nadia, Dallan, su desayuno está servido. —Anuncia mi jefa, saliendo para tomar asiento con su hermano. —Le diré a Alba que lo traiga.

—No se preocupe, señora. Yo voy por él, Dallan, tu ve a sentarte. —Hago exactamente lo que dije, busque nuestros desayunos y empezamos a devorarlo cuando tome asiento junto al niño. Alana y Lucas hablan de sus padres, del señor Ian que aparece unos minutos después y de lo hermoso del lugar.

— ¿Iremos a pasear en moto de cuatros ruedas más tarde? —Susurra Dallan en mi oído. Yo asiento.

— ¿Qué motos usaremos? ¿Rentan motos por acá? —Susurro de igual manera, el asiente.

—Creo que vi un lugar donde lo hacen, iremos a ver más tarde. — Asentí mas entusiasmada, amo las motos. Cuando volvemos la mirada todos nos observan con curiosidad y los padres de Dallan con un atisbo de sonrisa en sus labios. Carraspee sin poder evitarlo y miren Dallan que reía.

Después de tiWhere stories live. Discover now