Capítulo III

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Nadia:

Nadia:

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Nadia:

Mi cabeza va a explotar, ayer me excedí de tragos. Recordaba la llamada de mi jefe, recordaba que había sido irrespetuosa con él, pero no era yo la que hablaba; lo juro, el alcohol lo hizo por mí. Camino de un lado a otro en el pequeño apartamento que comparto con mi madre debatiéndome si llamarlo para pedirle disculpas o esperar hasta el día de mañana para disculparme personalmente con él.

—Nadia, ¿Podrías traerme un poco de agua? —Habla mi madre. Dejo el teléfono en la mesa y me apresuro a tomar un vaso para después llenarlo de agua y llevárselo.

Esta sentada en su máquina de coser y cuando decide dedicarse hacer sus vestidos no hay nada que la detenga. Suelo ser su modelo para cada pieza que hace, por eso a veces debo salir corriendo de mis trabajos o de la Universidad porque necesitamos entregar algún pedido. Solo somos ella y yo, no tengo hermanos y mi padre murió hace unos diez años, cuando regresaba a casa de su trabajo y quedo en medio de un enfrentamiento entre bandas. Vivo en un barrio un poco peligroso, antes si que era el mismísimo infierno; pero las autoridades competentes se han encargado de los peores antisociales del lugar y ahora es un poco más calmado.

Cuando el reloj marca las cuatro de la tarde me encamino a casa de los Carter, soy niñera a medio tiempo y esa familia en especial paga muy bien. Mi madre se queda al cuido de mi vecina y mejor amiga Victoria, es bueno contar con una persona como ella.

—Nadia, que bueno que llegas antes —Habla la señora Carter —. Dilan está un poco triste ya que hoy no lo llevaremos con nosotros y no podrá jugar con su amiguito. Trata de subir su ánimo.

—Por supuesto, cuente con eso —Digo, con una sonrisa en mi rostro. Cuando se trata de niños soy la mejor. Los padres del niño se marchan y yo voy en busca de él. Dilan podía ser un ogrito cuando lo quería, pero ya lo conocía lo bastante bien para saber lo que lo hace extremadamente feliz.



A la mañana siguiente tomo mi moto y después de colocarme el casco conduzco a toda velocidad hacia Ferreyra Enterprises. La idea de tener que enfrentarme al amargado de Lucas Ferreyra me revuelve el estomago. Suele ser insoportable cuando lo desea, y esas miradas intimidantes me causan escalofríos, es como si estuviese siendo casada y a punto de morir. Como quisiera trabajar con su padre o su hermana, dos personas sumamente diferentes a él.

Llego antes y después de dejar mi pequeña moto en el estacionamiento subterráneo tomo el ascensor hasta el último piso.

—Qué bueno que llegas temprano, hoy tienes mucho trabajo. —Dice Verónica, esta chica se cree mi jefa. Asiento, no me molesto en responderle; suele buscar la mejor escusa para regañarte o mirarte mal.

Media hora más tarde las puertas del ascensor se abren y mi jefe llega con su acostumbrada careta de “Quítate de mi camino” me levanto de inmediato y al verme me da una mala mirada, mientras acomoda la manga de su traje.

Después de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora