Capítulo 20

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Charlerois.

Hospital de campaña número 723, Francia.

4 Noviembre de 1916.

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Un canto de sirenas melancólicas, un disparo y los cuervos aleteando era lo primero que escuche y entre los llantos de los heridos.

Abri los ojos y aún borroso y lleno de luces, completamente fuera de la razon pude ver a mi derecha un hombre gritando mientras le amputaban la pierna, sin anestesia. Que entre las enfermeras le sostenian.

Las gotas de sangre caían de su camilla, y las mantas blancas del suelo se tiñaban de un carmín profundo.

La cabeza dolía y sentia no poder hablar.

Intente levantarme pero mi pecho dolía, me mire y estaba vendado. No podía creer que me habian disparado y que seguramente ya estaba muerto. Y lo unico que veia era el purgatorio.

Otros les acostaban en las camillas, y un muchacho mas joven que yo, casi niño con una herida en el estomago, con los intestinos de fuera y como las enfermeras se los sostenían.

- Lo siento, soldado. No podemos hacer nada ya por usted. La bala que le dio entro en uno de sus pulmones tocando una arteria del corazón.
Solo podemos garantizarle algunas horas de vida.

Me decia una enfermera de cabello cobrizo, un poco escarlata y delgada.

Solo cerré los ojos y tome la foto de mi prometida mientras dejaba salir unas lagrimas.

Comence a pensar en mis amigos, en mis padres, en Martina, en mis compañeros caídos y en los que sobrevivieron. Apenas tenia unos meses en el frente y me notificaron que moriría pronto.

Pero comence a pensar en lo que me dio y quien fue y la rabia dada fue desmesurada y le dije a la enfermera.

- ¿Y porque no hizo nada para evitarlo?

- Lo siento señor, es mi trabajo.

- Peter: Vivi toda mi corta existencia en estudiar, crecer, madurar, casarme, tener una familia y llego esta maldita guerra y todo se fue directo a la mierda. El amor por mi nación me llevó a la muerte y seguro terminaré siendo enterrado en un cementerio militar y quien sabe si en 100 años me sigan recordando si hasta sere quizas solo un pedazo de cesped con una lapida en mi nombre.

La enfermera tan fria y tan dura, comenzo a llorar, me acaricio la frente y se fue corriendo.

- ¡Malditos sean todos! Grité con furia y me deje caer en la cama llorando.

Corazones Valientes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora