Capítulo 18

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Verdún Sur Mer, Francia

"Ofensivas de octubre"

Peter

15 de Octubre de 1916

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Los vientos soplaban frescos y tranquilos, el humo ya se disipaba, no había mas niebla, pero quedaba el suelo cicatrizado por los efectos de la guerra, la tierra aún era negra, y los heridos seguían siendo evacuados hacia Fort Douaoumont.

La brisa me golpeaba, refrescando mi rostro, con capas y capas de tierra, empezaba a encerrarme en una abundante barba.

Observé a los cielos una paloma blanca, pasando por nuestras cabezas y Karl menciona que es una paloma mensajera volaba directo hacia las líneas francesas.

- Estoy seguro que una patrulla exploradora francesa quedó atrapada tras nuestras líneas.

No di mucha importancia y volví a sentarme, apoyando mis piernas frente a una caja frente a mí.

Pude ver que pasó frente a nosotros un caso de pié de trinchera llevado por dos médicos del regimiento.

Al caminar nuestros pies se enterraban entre el barro, todo el tiempo, todos los días el temor, el miedo se sentía, no había mucho por hacer, lo controlas o te domina.

Y de forma tan repentina, como pasa siempre en el frente.

Se escucharon los silbidos de nuevo.

Nunca habíamos visto el verdadero poder del fuego en nuestro servicio, la artillería se hace presente y todos nos lanzamos contra las paredes de las trincheras con las cabezas abajo.

Recuerdo que el ruido era tan estruendoso que cada vez que caía una bomba, mis oídos rechinaban y dolían, puse mis manos contra ellos presionando muy fuerte, desesperado.

Veía las caras de todos, de Karl, de Walter, de Helmuth, aterrorizados.

Recuerdo que Helmuth se echó al suelo gritando, haciendo una mueca verdaderamente fantasmal, la lluvia de tierra nos iba cubriendo hasta casi mezclarnos con el suelo, caían del cielo desde rocas, barro, incluso pedazos de carne vete tu a saber de que eran.

Si es que habían pequeños retoños, de los ya reducidos por los anteriores ataques, cabe decir que ahora lo único que queda es un territorio completamente golpeado, la muerte en todas partes. Era terrible.

Tras 15 minutos de intenso bombardero, todos nosotros tomamos nuestros fusiles, el pelotón de ametralladoras cargaban y nos poníamos a rezar, ví pasar al teniente Hugler entre nosotros, ordenando que nos alistáramos para un gran asalto, uno muy grande seguro.

Hemos escuchado ya de los primeros ataques a Fort Douaoumont, sin noticias de como esta todo allá ahora.

Incrustamos nuestras bayonetas por precaución y solo esperamos.

Ví por mi derecha a un soldado que salió de la formación y comenzó a excavar un búnker con sus propias manos, todos lo miraban; como este desesperado excavaba y excavaba con sus dedos, tratando de protegerse del ataque enemigo.

Entonces el Teniente Hugler fue con aquel soldado y lo retiró mientras lo alentaba, sus dedos se habían quedado sin uñas. Todos nosotros sentíamos temor, absolutamente todos, incluso nuestros oficiales, pero es un sentimiento que se debe aprender a controlar, el temor es contagioso y difícil de sobrellevar. Uno trata de no pensar mucho en eso y seguir adelante.

El teniente Hugler vuelve hacia nosotros con palabras de aliento intentando elevarnos la moral diciendo:

- ¡No pasarán! ¡Les daremos una buena paliza!

Y tras minutos muertos, sin ningún sonido, ni voz. Se escuchan los silbatos frente a nosotros, acompañado de una gran horda de gritos de guerra, como bárbaros. De esos gritos abrumadores, como si esperaras una gran camada de salvajes.

Y así fue, vimos hacia nosotros, a unos 250 metros que empezaban a salir los franceses de sus trincheras, por montones, y contra nosotros.

Inmediatamente las ametralladoras, los fusiles comenzaban a tintinear, disparamos todos a mansalva a lo que se movía, los vimos a todos caer, que les influía tanto terror los disparos que se comenzaban a tirar al suelo buscando protección y disparando. Y como es que sus oficiales seguían de pie, intentando levantarlos para que sigan luchando, sonaban los silbatos, los gritos de los oficiales al mismo tiempo como todos ellos caían, todo fue un caos y comenzábamos a sentirnos invencibles.

Ya no teníamos miedo, y comenzábamos a dispararles como animales. Acostados, corriendo, heridos. Muchos otros se cubrían tras alambradas o troncor y disparaban de allí. Parecía una pista de tiro al blanco.

Bartel del 1er pelotón cae a mi izquierda con una herida de bala en el hombro, mientras gritaban "médico" en varios sectores de nuestra trinchera. Los franceses se acercaban aún asi un poco y como seguíamos disparando a quemarropa.

La ametralladora los acababa como conejos y tan solo podía ver las luces rafagueantes de los disparos por todo el campo. Y cuando menos nos dimos cuenta, pudimos ver biplanos aliados sobre nuestras cabezas, y como daban giros en el cielo, para dejarse caer y abrir fuego en nuestras líneas, los globos comenzaban a elevarse.

Todos empeoró e inmediatamente nuestra artillería comenzó a abrir fuego sobre la tierra de nadie golpeando las hordas francesas.

Una masacre. Se gastaba un cargador, dos cargadores, un peine, luego otro. La ametralladora se sobrecalentó y tuvieron ellos que disparar sus fusiles también.

Pasadas las horas ya no quedaban soldados franceses al menos vivos y algunos sobrevivientes a rastras, ya sin razones de luchar.

Los gritos de los heridos... Eran demoniacos, no soportaba nadie esos gritos, al menos Rudi los disfrutaba mientras les gritaba.

- ¡Sufran! ¡Franchutes de mierda!

Horst les disparaba a los heridos desde la trinchera, a lo que se moviera.

- ¡Llegarán mas! ¡Estar alertas!

Tras unos minutos podíamos escuchar algún sonido de orugas, motores a lo lejos, el teniente Hugler gritó a su vez:

-¡Bestias!

E inmediatamente nos pusimos en posición de tiro, alistando granadas Westerplatte, y fijando las coordenadas para un nuevo ataque de nuestra artillería.

Y no solo venían tanques, iba acompañado de todo un regimiento a sus espaldas reforzando el frente.

Esto iba a ponerse muy feo.

Corazones Valientes.Where stories live. Discover now