Capítulo 7

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4 de septiembre de 1916


Verdun Sur-Mer, Francia.

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Ansioso y decidido, estaba listo para regresar al frente, mi equipo completo, mi casco prusiano y equipo en mi espalda, mi fusil recargado en mi hombro, afuera del hospital... observaba a mis alrededores y no encontraba a Harneik.


Me preguntaba en donde estaba esta vez, esa extraña curiosidad que me invadía por completo... salí del hospital de campaña y pude sentir como el frío golpeaba mi rostro y como el olfato de la humedad llamaba a una tormenta, la misma melodía de los cañones y las semi-corcheas de los disparos a ecos.


A mi derecha pude observar un grupo de enfermeras pasar y entre sus rostros buscaba la de Harneik, y sin embargo ninguna era la de ella... no lo supe porqué, gire a mi izquierda y observé de allí un pelotón de veinte a treinta soldados regresando del frente, algunos heridos, otros pálidos, otros tristes y unos más serenos


Mire a mis espaldas y observé el mismo hospital, no había nadie... di la vuelta al paso hacia mi derecha y caminé por todo el campamento, miré dos mesas expuestas a mi frente, ambas repletos de soldados que jugaban, bebían o se divertían, cantaban canciones patrióticas con un acordeón, sin ponerle mucho atención al alboroto seguí caminando, hasta que a mi derecha encontré un pasaje entre dos carpas oliva, caminé entre el barro hasta llegar a la esquina mire de nuevo a mi diestra y observé a lo lejos la espalda femenina de une enfermera, el mismo cabello acaracolado de Harneik siendo llevado hacia donde apuntaba el viento, caminé hasta allí y pude observar a mi diestra varios agujeros cavados a mano, donde yacían todas las extremidades amputadas de los heridos: brazos, piernas, manos, dedos, amontonados entre sí.


Hasta que llegué con Harneik quedando a diagonal de ella a su izquierda, observaba a uno de estos agujeros, di unos cuantos pasos y de ese que estaba ella se encontraban los mismos fragmentos humanos, acumulados entre sí, en su fondo podía desprenderse el abolengo de él, formando una charca.


Pude notar rápidamente que Harneik no observaba hacia el foso, sino que miraba más allá, al horizonte, di un par de pasos más, este segundo se escuchó y alarmante volteó Harneik y pudo observarme, en ese momento secundo pude ver las lágrimas de sus ojos, como caían en sus mejillas... ella se volteó en contraria, avergonzada y yo sin comentario alguno me di un paso hacia atrás listo para irme, ya estando alejada de ella y caminando de regreso pude escuchar su voz detrás mío reclamando:


—No te vayas- Decía llorando.


Entonces me giré nuevamente y la miré a los ojos, ella se había limpiado las lágrimas con el mandil de su uniforme, esta vez estaba manchado de sangre, caminé hasta ella hasta que noté su inseguridad y entonces decidí allí detenerme, a una yarda.


—Sabes bien lo que es todo esto ¿verdad?-Ella decía.


—Todos los que estamos aquí lo vivimos.


—¿Ya te haz acostumbrado?


—No...  


—Que horrible morir en una zanja... sin una explicación, no tiene sentido.


Hundió su mirada pálida y se giró nuevamente hacia el horizonte, mientras me daba la media vuelta y de regreso me iba... me dirigí hasta un camión de redilas, cubierto por nuevos voluntarios, de la misma división, y dimos la marcha de nuevo al frente... pude observar aún a Harneik sentada, como nos correspondimos la mirada hasta que ya no pude verla más, hasta que mi camión perdió de vista su ángulo, cuando atravesamos la bruma de la muerte.


Corazones Valientes.Where stories live. Discover now