♱ Capítulo 9 ♱

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Una vez llegamos a la oficina, de nuevo, todos los pares de ojos de los trabajadores de Aiden se centran en nosotros, por lo que acelero mis pasos y entramos en el despacho rápidamente

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Una vez llegamos a la oficina, de nuevo, todos los pares de ojos de los trabajadores de Aiden se centran en nosotros, por lo que acelero mis pasos y entramos en el despacho rápidamente. Enseguida enciendo el ordenador portátil. Meto la contraseña y me pongo a hacer mi trabajo. Me quito los tacones, los dejo debajo de mi mesa y suspiro de alivio ante la liberación que siente mis pies. Están hinchados, debería echarles crema cuando me duche, después a la noche. Como la puerta de la pequeña habitación en la que trabajo comunica con la de Aiden, siempre está abierta y puedo sentir su mirada en mí todo el tiempo. Se desabrocha la camisa, y no quiero pensar que tiene ganas de sexo porque estoy muy cansada como para echar un polvo. Pero mi cuerpo me traicionaría, y sé perfectamente que él si quiere sexo.

— Ven aquí, nena —Me llama. Con un suspiro me levanto, me coloco los tacones de nuevo y ando hacia él. Me señala su regazo, me siento y acaricia mi mejilla—. ¿Sabes qué? He estado pensando.

— Vaya, Aiden Drake McQueen pensando —Bromeo—. Venga, dime. ¿Qué has pensado?

— Quiero un hijo.

¡PUM! Y se queda tan a gusto. Agacho la cabeza y me levanto de su regazo. No, tengo veintitrés años y no quiero hijos. Soy demasiado joven. Y, además, no después de lo de las gemelas. Camino hasta donde estaba antes, donde no debí haberle levantado, y continúo con mi trabajo. Se levanta, camina hasta la pequeña habitación, se cruza de brazos y se queda observándome apoyado en el marco de la puerta.

— ¿Nena? Di algo, por favor.

— Te estoy ignorando, Aiden.

Sigo escribiendo y haciendo mi trabajo. Oigo su gruñido. Paso. No, simplemente no. No puede pedirme que tengamos un hijo cuando hay un tío siguiendo cada uno de nuestros pasos, queriendo hacerme daño a mí. ¿Qué ocurriría si tenemos un bebé? ¡Seguro le haría daño!

— Nena, hablemos.

— No. No hay nada de qué hablar, Aiden. No quiero hijos y punto. Al menos no por ahora. Prueba en un par de años.

— ¡Pero tampoco piensas en mí! ¡En mi felicidad! —Exclama, dejo de teclear y le miro, muy sorprendida por su grito—. Siempre piensas en ti, Jade. Nunca en mí. Mi felicidad está contigo, sí. Pero tampoco haces nada para que seamos felices. ¡Quiero un hijo, joder! ¡Un puto bebé! ¿Es tanto pedir?

— ¡Sí! ¡Y mucho! —Le grito de vuelta—. ¡Demasiado, Aiden! ¿No lo entiendes? ¡Tengo miedo! Miedo de que pase lo mismo que la última vez, que le pase lo mismo que a las gemelas. Además, ¿ya no te acuerdas de Henry Morgan? ¡El tío está detrás de todos nuestros movimientos! Y déjame decirte que si tuviera a las gemelas conmigo, le mataría yo misma a él en caso de que les tocara un solo pelo. Y ahora, me voy. No me busques, vamos a darnos un tiempo hasta que se te pase esa absurda idea de la cabeza.

Alejo mi cuerpo de la mesa, a punto de colocarme de nuevo los tacones, que me los volví a quitar cuando me senté y comencé mi tarea de ignorar a Aiden ante su absurda idea de tener un bebé. Entra corriendo en la habitación, toma mi tacón y me quedo con uno puesto y el otro no. Me mira rojo de ira.

Aiden © (McQueen Mens I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora