♱ Capítulo 3 ♱

22.9K 1.1K 41
                                    

Cien pequeños elefantes han debido de pasar sobre mi cuerpo, dejándome este gran dolor de cabeza que tengo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Cien pequeños elefantes han debido de pasar sobre mi cuerpo, dejándome este gran dolor de cabeza que tengo. No sé dónde estoy, o qué fue lo que hice ayer. Tampoco si me fui cuando todos se fueron. Supongo que me pasé de copas. Y estoy odiando eso. Debería contratar a alguien para que me diga qué hago mal y qué no, como un niñero. Alguien abre las cortinas de la habitación en donde me encuentro, dañando mi preciada vista e intensando más mi dolor de cabeza.

Me giro quedando boca abajo con la almohada sobre mi cabeza. Sigo durmiendo, se puede decir que soy una perezosa a la hora de levantarme. Oigo la risa de una persona e instintivamente mi cuerpo se pone alerta. No puedo reconocer de quién es, porque mi cerebro está en una batalla contra la resaca monumental que tengo.

La esquina de la cama se hunde, añadiendo más inquietud a mi estómago revoltoso. Genial, van a volver a molestarme. Una mano, suave, sube por mi gemelo hasta llegar a mi muslo y adentrarse hasta tocar mi trasero. Mi cuerpo se tensa al momento. ¿Por qué no estoy gritando ante el hecho de que no sé quién me está tocando? Simple: reconozco ese tacto. Y quiero que la Tierra me trague porque sé muy bien a quién me voy a encontrar cuando abra mis ojos.

—Sé que estás despierta —Con la confirmación de lo que me temía, quito la almohada de mi rostro y observo el suyo—. Joder, nena. Estás tan follable recién despertada y con mi camiseta.

¿Su camiseta? Frunzo el ceño y observo mi atuendo. Vale, no llevo ni el vestido ni el sujetador. No recuerdo haber bebido tanto anoche como para borrar cualquier recuerdo que tengas después de la comida. Recuerdo haber bailado con Ana y jugado con Vanesa. También recuerdo a Jasper y Justin comiéndose en la pista de baile mientras restregaban sus traseros a los demás invitados, pero poco más. Dejo de observar la camiseta negra con una carabela en medio, que pertenece a Aiden, para dirigir mi vista hacia él. Sonríe hacia mí posando una de sus manos sobre mi rodilla.

— ¿Dónde estoy?

La sonrisa de Aiden se esfuma de su rostro. ¿Qué he dicho? De nuevo, pude apreciar cómo sus facciones se tensan, al igual que horas después de nuestro primer encuentro sexual.

—En mi casa. Anoche Ana me dijo que te sacara de la fiesta, y eso hice.

—Creo que ella se refería a que me llevaras a su casa, no a la tuya —Intento no sonar borde o cortante ante la idea de que me haya traído hasta su casa, y no a la de Ana, como ella dijo—. Por cierto, esta casa es más grande que la otra.

— ¿Eso significa que te gusta? —Pregunta, a lo que asiento—. Genial, porque ahora vas a vivir aquí.

Empecemos de nuevo: despierto en una cama que no es la mía para encontrarme con que estoy en la cama de Aiden. Me explica qué sucedió para, a continuación, soltarme de sopetón que voy a vivir en su casa. ¿Acaso anoche firmé algún contrato? Porque si es así, no tiene ninguna validez porque no estaba sobria.

Aiden © (McQueen Mens I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora