♱ Capítulo 5 ♱

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El teléfono suena, lo que me hace abrir los ojos de par en par asustada

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El teléfono suena, lo que me hace abrir los ojos de par en par asustada. Es el de Aiden. Me remuevo inquieta en la cama e intento sacarme de encima el brazo de Aiden, a lo que él gruñe en desacuerdo y me acerca más a él. Escuendo mi cabeza debajo de su barbilla, buscando el calor natural que desprende su musculoso cuerpo; dándome esa seguridad que tanto necesitaba. Saco una mano de debajo de las sábanas para acariciar su mejilla, aquella que carecía de cualquier vello.

— Aiden, tu móvil está sonando.

— Buenos días, hermosura.

— Buenos días, Aid. Pero si quieres que realmente sean buenos, debes apagar esa máquina de destrucción masiva si no quieres que te mate yo a ti.

Me siento a horcajadas sobre él, alargo la mano y apago la maldita alarma. Suspiro de alivio. Pensaba que jamás iba a terminar. Lo peor es que si no la apagas en un máximo de dos minutos, a los cinco vuelve a sonar y el doble de fuerte. Grito cuando ruedo sobre la cama, con Aiden sobre mí. Abre mis piernas, se acomoda entre ellas y me besa. C

Con urgencia, quita la camiseta suya que tomé como pijama de mi cuerpo. Quedo totalmente desnuda. Sus labios se estrellan contra mis pechos, dándoles la atención que tanto desean. Uno de mis pezones se pierde entre sus labios, aprieta un poco con los dientes y el dolor que siento me da placer. Gimo. Rodamos, quedamos yo esta vez sobre él. Sin rodeos, lo tomo con mi mano, lo acaricio de arriba abajo. Arriba. Abajo. Mojo mi mano con mi propia saliva, rodeo el glande con la mano mojada y lo guío hacia mi interior.

— Santa madre de Dios.

Ríe por mi expresión, lo que provoca que mi interior se apriete a su alrededor y le saque un gemido de lo más hondo de su garganta. Me muevo de delante hacia atrás, subiendo y bajando; jadeando. No hay nada mejor que empezar el día con buen sexo. El orgasmo se va formando en mi interior, y está por explotar.

— Vamos, nena. Dámelo.

Grito y me dejo caer sobre el pecho de Aiden. Él aumenta el ritmo de sus embestidas hasta lograr alcanzar su objetivo, dejándose caer sobre el colchón. Estoy sudorosa. Intento calmar mi respiración, dirigiendo toda mi atención a su grande torso.

— ¡Dios, nena! Amo el sexo soñoliento contigo.

— Y yo. Arriba, campeón. Llegarás tarde al trabajo.

— No quiero ir, nena. Me tendría que separar de ti. —Entro en el vestidor para coger un traje de chaqueta para Aiden. Uno azul oscuro, la corbata del mismo color y la camisa blanca. Cojo, también, ropa interior y salgo del vestidor contenta con mi elección. Eché el traje en la cama—. ¿Me has elegido la ropa?

— Claro. Así puedo obligarte a que te levantes.

— Podría acostumbrarme a esto todos los días, nena.

— Pues no te acostumbres.

Desaparece tras la puerta del cuarto de baño, entrando en la ducha. Le sigo. Abro la puerta del cuarto de baño y me meto con él dentro. Lo abrazo por detrás, apretándolo contra mí y mojándome todo el rostro por la cascada de lluvia artificial que cae sobre nosotros.

Aiden © (McQueen Mens I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora