Capítulo 32

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Mi madre me ha evadido con tanta astucia que ya sé de dónde heredé esa habilidad. He consultado su página de Facebook para localizarla y es así como sé que está impartiendo clases en una Escuela de Escritores en Bellas Artes... Sí, parece que ya hay escuelas para todo.

A la mañana siguiente de pasar nuestra primera noche juntos en el departamento, le he contado a Dimas las sospechas sobre el origen de mi nombre. Incluso él ha intentado llamar a mi madre desde otros números telefónicos y ella siempre cuelga apenas reconoce su voz, sí también ya sé por qué soy infantil. Dimas quiso acompañarme con mi madre, pero Gabriel le dijo que era necesario ensayar... Ensayan demasiado, en mi humilde opinión de no música.

Bellas Artes es grande y hay decenas de adolescentes caminando por los jardines con mallas rosas o instrumentos al hombro. Es uno de esos sitios donde puedes intimidarte por la esencia artística de la que está cargada el lugar y que se entremezcla en las copas de los grandes árboles.

Me toma varios minutos descubrir que hay dos edificios destinados a la literatura y que mi madre está en el del frente, no al final hasta donde ya caminé. Así que emprendo el camino de regreso comenzando a sentir una ola de nervios.

Nunca me he sentido con demasiado talento como escritora y siempre me intimidan aquellos que pueden decir que son buenos sin temor a equivocarse. No sé cómo funciona una escuela para escritores y tampoco deseo hacer el ridículo.

El edificio es viejo con esos altísimos techos y palomas refugiadas arriba de cada columna que rodea el jardín del centro. Es un sitio de dos plantas, pero los salones para los escritores están en el segundo nivel.

Parece que hay algún evento, pues varios chicos de aproximadamente mi misma edad están caminando por los pasillos. No sé muy bien qué me esperaba, pero cierta tranquilidad se instala en mi pecho al notar que todo parece bastante normal. En la dirección académica me informan que se realizará la presentación de un libro en el salón de audiovisuales y escucho las indicaciones, es fácil de reconocer el lugar por el letrero.

Tampoco es difícil reconocer a mi madre con su impecable traje sastre en color marrón y el cabello recogido en un chongo. Nuestras miradas se encuentran y palidece como si hubiera visto un fantasma. Se recompone en unos segundos y me analiza de pies a cabeza; siempre ha desaprobado mi forma de vestir porque dice que parezco una adolescente, pero no me siento cómoda con otra ropa. Llevo mi pantalón negro ajustado y una blusa blanca de cuello resbalado sobre los hombros con un estampado de calaveras, me desaprueba totalmente.

—¿Profesora?

El grupo de chicos formado a su alrededor la miran con curiosidad y luego se giran hacia mí.

—Pasen al salón —contesta fingiendo una sonrisa—. En un momento entro.

Aguardo hasta que los chicos desaparecen detrás de la puerta y me acerco intentando parecer tan tranquila como no me siento.

La Melodía de Aura 1 - PreludioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora