Capítulo 2

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Now you're knocking at my door

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Now you're knocking at my door

Saying please come out with us tonight

But I would rather be alone

Than pretend I feel alright

Ready to Start — Arcade Fire

☆★☆

No puede ser él.

¿Dimas? No, imposible.

Me precipito fuera de la cama y corro a encender la luz al lado de la puerta. Al girarme, está de pie observándome con la misma expresión de incredulidad que debo poseer.

El cabello castaño oscuro y rizado le llega casi a los hombros. Lleva la barba un poco crecida, incluso me hace dudar de que sea Dimas y es el brillo celeste de sus ojos lo que me obliga a convencerme. Viste una playera negra ajustada sobre un cuerpo al que no le es indiferente el ejercicio y bajo la manga derecha se asoma la parte de un tatuaje. El pantalón de mezclilla negro está deslavado y se ha quitado las botas que descansan a un lado de la cama.

Parpadeo varias veces, aun con la mano sobre el interruptor, y examino el medio corazón que lleva tatuado en la mano.

Es Dimas, no puedo creerlo.

—¿Te lastimé? —pregunto recordando que sé hablar.

—Sí.

Mis brazos caen a los lados, sintiéndome débil con su respuesta que se refiere a mucho más que a la patada que le he dado.

—Lo siento —murmuro acercándome con lentitud.

Dimas me observa sin inmutarse, apenas si ha movido los labios para responder, y parece estudiar cada uno de mis movimientos. Me pasa por muchos centímetros, tengo que levantar la cabeza para mirarlo a los ojos. Antes de entender a mi cuerpo, mi mano se desliza sobre la barba crecida y lo noto estremecerse con mi caricia. Su piel blanca contrasta con la mía morena clara y ahogo una exclamación al sentir su mano sobre uno de mis hoyuelos en la mejilla izquierda, siempre hacía eso.

Conservo fotos suyas, pero ha cambiado bastante y ya no es el adolescente que se fue años atrás. Sus facciones se han endurecido y sus ojos adquirieron un brillo misterioso. Poseo tantas memorias suyas apiladas en el rincón de mi cerebro, se desbocan, me oprimen el pecho en formas que no creí posibles...

—¡Dimas, arriba!

La puerta se abre con brusquedad y ambos retrocedemos un paso como si el otro fuera radioactivo.

Una morena alta, casi de la estatura de él, nos observa con el arco de un violín en la mano. Tiene con una ceja enarcada y, cuando está a punto de hablar, aprovecho para escapar de la habitación con una disculpa torpe entre los labios. Los escucho conversar a mis espaldas, pero consigo abandonar el pasillo antes de entender lo que dicen.

La Melodía de Aura 1 - PreludioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora