Capítulo 16

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Kids wanna be so hard

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Kids wanna be so hard

But in my dreams we're still screamin'

and runnin' through the yard

The Suburbs — Arcade Fire

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Deshacerme del cerrojo donde guardo los recuerdos de Dimas es una de las cosas más difíciles que he hecho. Revivir las imágenes del niño de rizos revueltos, que recogió uno de mis cuentos cuando fallé al arrojarlo a la basura, o del adolescente enfundado en su elegante traje para la graduación a la que fue con otra chica.

A veces, creo que todo eso sucedió muchas vidas atrás cuando me permitía soñar con el amor verdadero y el príncipe azul. Era una chica romántica, leyendo novelas cursis o fantásticas donde un amor prohibido podía desatar una de las peores guerras. Siempre escondida detrás de mis libros, estudiando su narrativa, las figuras literarias que empleaban o el desarrollo de sus personajes para conseguir escribir algo que mi madre no tachara de basura. Si pudiera regresar en el tiempo, le diría a esa niña que es inútil y no hay remedio para la decepción que siempre provocará en los ojos de su madre.

En alguna ocasión, una de las tantas noches que nos escapamos a la playa y dormimos bajo las estrellas, Dimas me confesó que llevaba años observándome. Se preguntaba sobre la tímida niña devora libros y los bonitos hoyuelos que decoraban su sonrisa. Fue por eso que rescató el cuento del basurero y lo dejó en mi pupitre con una nota:

Creo que Laura no debe morir al final. Me gustó, escribes bien. Dimas.

Fue mi primer lector ajeno a mi familia y, debo decir, el que fue menos duro conmigo. Ahora sé que le encantaba todo lo que escribía por el simple hecho de ser yo quién lo hacía, pero mentiría si dijera que es una sensación molesta. Con un cuento iniciamos nuestra amistad que se intensificó con los años y, no sé con exactitud cuándo, nos enamoramos.

Estaba acostumbrada a mirarlo rodeado de personas, pues durante la secundaria se convirtió en el quarterback estrella del equipo. Siempre salía con alguna chica los sábados por la noche, pero los viernes eran nuestros. Íbamos al cine, a la librería o nos quedábamos en su casa a jugar videojuegos. Sus padres siempre estaban viajando o no prestando atención, creo que nunca se enteraron de las noches que me quedé a dormir con él y, en mi defensa, no sucedió nada más que conversar o algún abrazo amistoso.

La primera vez que sentí celos fue cuando una de las chicas populares declaró a los cuatro vientos, o sea gritando, en el salón de clases que Adem la invitó a la graduación. Habían hecho una apuesta sobre quién sería la chica que iría con Dimas al baile y perdí; ni él ni nadie me había invitado... No podía creer que prefirió ir con una chica popular y no conmigo, su mejor amiga.

La Melodía de Aura 1 - PreludioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora