Capítulo 21

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La visita de mi madre me recuerda que no he hablado con mi tía, pero no la he encontrado en su departamento o al celular; así que con un mensaje le ruego que me suba la renta al doble, de lo contrario comenzarán a sospechar de mi capricho por vivir con Dimas. No puedo tardarme fuera del departamento, Minerva y Dimas esperan por mí en el automóvil.

Soy la que funciona mejor con pocas horas de sueño, pero Dimas y, sus eternos modales de caballero, no me dejan conducir. No obstante, Minerva se ha sentado en el asiento de copiloto, por lo que debo ir en la parte trasera y fingir que el ambiente no es tenso nivel palpable.

Es mediodía y tenemos todas las ventanillas abajo para no morir de deshidratación dentro del viejo Tsuru. Intento controlar el repentino enojo que siento al verla conectar su celular al estéreo del auto. Estoy a punto de iniciar una conversación sobre cualquier cosa cuando empieza una canción y la violinista comienza a cantar en voz bajita. Dimas ríe como si contuviera un chiste privado y me cruzo de brazos, contengo mi quejido por culpa del moretón.

¡Sólo a mí se me ocurre aceptar acompañarlos al ensayo en casa de Cedric!

—¿No los conoces? —pregunta Dimas mirándome a través del espejo retrovisor.

—No.

—Se llaman Dreamers —responde Mina—. Son mexicanos.

—¿Están cantando en inglés?

—Sí, no sé por qué todas sus canciones son en inglés —admite Dimas.

La voz de la vocalista es ronca y se parece mucho a la de Dimas, pero en versión femenina. Es un estilo rock grunge o alternativo, suena interesante... ¡Lo que me molesta es que Minerva eligiera la canción!

La chica le sube el volumen del estéreo, uno de mis pocos lujos. No conozco la canción, pero quiero tararearla y me cuesta contenerme.

Observo la ciudad moviéndose rápido a través de la ventanilla y cómo de las hermosas calles de Paseo de Montejo cambian hacia otras un poco más olvidadas. Creo que lo único que se conoce de Mérida en la televisión es esa lujosa avenida con sus casas viejas que pertenecen, casi todas, a familias extranjeras. Pero hay otros lados, calles que no son seguras para caminar por la noche y que las cadenas televisivas jamás se atreven a enseñar a nivel nacional.

Cedric vive en un fraccionamiento lindo casi a las afueras del norte de la ciudad, pero lejos del departamento. Es una casa amarilla despintada de dos pisos, al fondo de una calle con otra casa abandonada y casi en ruinas a un lado. Cuando bajamos del automóvil, noto que varios de los vecinos nos observan con cara de pocos amigos y antes de que pregunte, Minerva me explica.

—Es por el ruido y porque creen que somos drogadictos o cosas así.

—¿Por ser músicos? —pregunto.

La Melodía de Aura 1 - PreludioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora