34: Desconfianza

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Lo admito, estoy perdida, no ha sido la mejor opción venir sola hasta aquí. El guardia herido se ríe y el otro me apunta con su arma. Cuando se entere Hermes, ellos estarán muertos, pero antes de que eso pase, voy a terminar en una situación desagradable.

Primer regla de tu entrenamiento: Nunca bajes la guardia.

Creo que ya arruiné la primera regla.

―Ahora, preciosa, ven que te enseño cuál es tu trabajo. ―Se soba la parte de su pantalón, donde su miembro ya está erecto.

¡Maldita sea! ¡¿Qué tiene todo el mundo con querer violarme?!

―Deja de pensar con tu pene ―digo con asco.

―Pues él quiere conocerte. ―Agarra mi brazo y me obliga caminar.

No te asustes, Malya. Tengo que salir de esta situación de algún modo. Le hago un puntapié y lo empujo cuando se distrae. No me da cuando dispara, entonces continúo corriendo mientras salgo del edificio. Para mi mala suerte, logra alcanzarme y me tira del cabello, para luego hacerme caer al pasto.

―¿No te gusta la cama? Te mostraré tu lugar, zorra. ―Se sube sobre mí, se deshace de mi top y me aprisiona las manos―. ¿Pero qué tenemos aquí? ―Se relame los labios y toca mi enorme cicatriz―. Parece que alguien no te ha tratado bien, sin embargo, te da un toque sexi y salvaje, aún puedes venderte.

―Suéltame. ―Forcejeo, siento que voy a llorar.

¿Por qué siempre me pasan estas cosas? Ah, ya recuerdo, porque soy idiota.

―Quieta. ―Preciosa mi pecho.

―¡No! ¡Suéltame! ¡Hermes va a matarte! ―Pataleo y amenazo.

―¿Hermes? ¿Y por qué iba a hacer algo como eso? ―se burla.

―Soy su esposa.

―Claro y yo soy un Rey ―exclama con sarcasmo y desengancha mi sostén―. No te resistas, zorrita. ―Sonríe―. Tu Rey te va a complacer.

―No... ¡No! Déjame. ―Vale, ya me puse a llorar, así nunca voy a salir de esta situación, y se supone que tengo que saber cómo salir. Oigo un sonido bien leve y veo como su rostro va hasta mi cuello―. Suéltame. ―Siento que sus manos se aflojaron. ¿Qué pasa aquí?

¡Ah, cielos, está muerto!

Me lo saco de encima, engancho mi brasier y me pongo el top. Miro a un lado y otro. ¿Quién lo mató?

Pues el auto negro no está, así que no fue mi acosador. Miro al otro lado de la ruta, veo a alguien acercarse y me sorprendo, corro hasta él.

―Ethan. ―Frunzo el ceño―. ¿Qué haces aquí?

―Edgard me llamó ―dice con su cara seria―. Recibió un mensaje anónimo de que estabas aquí, no podía venir, así que me pidió el favor.

―Ah, entonces... ―Miro al muerto y luego a él―. Tú lo mataste, ¡ni me di cuenta! ―digo sorprendida.

―Soy un francotirador, mi habilidad se concentra en que los demás no se den cuenta quién lo hizo. Vámonos antes que salga alguien ―advierte y lo sigo hasta desde donde había disparado, allí tiene oculta su moto, entonces subimos y a toda velocidad nos dirigimos para donde está Edgard.

~~~

Llegamos a la puerta del departamento de Ethan, donde mi amigo está esperando, corro hasta él y lo abrazo.

―¿Qué ocurrió? ―pregunta el rubio―. Me vas a hacer preocupar.

―Nada. ―Bajo la vista―. Tenía que hacer algo, ¿y tú? ―Vuelvo a mirarlo―. ¿Por qué no podías venir? ―Entrecierro los ojos.

―Eh... ―Se pone nervioso.

Ethan se acerca.

―El imbécil de Demián le pidió que se culpara por los intentos de asesinatos a Eiden ―exclama con odio.

―¡¿Qué?! ―Quedo desconcertada―. ¡¿Tu hermano te pidió eso?! Debe estar loco. ―Muevo la cabeza―. No solo es tu hermano, es tu gemelo, ¿no se supone que los gemelos tienen una gran conexión? ¡¿Qué clase de horrible petición es esa?! Y además, ¿por qué quiere matar a Eiden?

Es una locura.

―No sé ―dice Edgard―. Pero es que...

―¿No me digas que lo vas a hacer? ―Lo miro, sorprendida.

―Lo tiene amenazado, pero no lo voy a dejar ―agrega Ethan y mi amigo se sonroja.

Mi modo romántico se activa y me pongo las manos en los cachetes.

―Ay, qué lindos.

Oh, el amor.

Hablando de amor...

―Malya. ―Oigo aquella voz que me descoloca los sentidos y me giro a mirar la calle.

―Hermes. ―Mi marido baja de su auto.

―Edgard me llamó. ¿Qué haces aquí? ¿Qué sucede?

Cuando mi amigo intenta decir algo lo interrumpo.

―Nada. ―Fulmino con la mirada al rubio y corro al auto―. Quería que me vengas a buscar. ―Abro la puerta y entro.

Hermes mira un segundo a la parejita, pero camina hasta el coche y sube al asiento del conductor. Apenas arranca y conduce, comienza un interrogatorio.

―Otra vez me estás ocultando algo.

―¡¡No es cierto!! ―grito, pero tiene razón, ya son dos cosas, primero S y ahora lo de mi hermana.

Sigo mintiendo.

―He llegado a una conclusión ―pronuncia fríamente―. No confías en mí.

―Deja tus conclusiones. ―Bajo la vista, avergonzada―. Me haces pensar que en vez de querer ser veterinario, querías ser psicólogo. ―Detiene el auto con brusquedad y me asusto―. ¡¿Qué haces?! ―digo nerviosa.

―Fue parte de mi entrenamiento saber analizar a las personas. ―Me mira directo a los ojos, está enojado y me estremece―. ¿Qué planteo es este, Malya? ¿Por qué no confías en mí? Sabes perfectamente que yo sí lo hago.

Mis ojos se humedecen.

―Lo siento.

―Perdonar no está en mi vocabulario, no me pidas disculpas, dime lo que quiero saber ―exige.

Niego con la cabeza.

―Es que... ―Bajo la vista y mis lágrimas caen.

―No llores, maldita sea. ―Veo como presiona su mano en el volante.

―Perdón. ―Me refriego los ojos e intento secar las incontables gotas que salen de mis ojos y como no puedo me tapo la cara.

―Malya, saca esas manos de ahí ―me ordena, pero sigo cubriendo mi cara―. Malya, te estoy hablando, deja de comportarte como una niña caprichosa ―exige.

Vuelvo a negar, sin embargo, siento sus manos en mis muñecas y él mismo es quién evita que me cubra el rostro. Nuestras miradas se cruza y en vez de continuar la conversación, Hermes me besa.

―¿Qué...? ¿Qué haces? ―digo sonrojada.

Su mano se apoya en mi pierna y me susurra en el oído.

―Te voy a convencer, eliminemos esa desconfianza. 

Perversa Oscuridad: Imperio [#2]Where stories live. Discover now