4: Zorra

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Subo las escaleras y busco la ventana más conveniente. Arriba no hay rejas, es un decorado diferente que combina con la forma de la casa y mi oportunidad de salirme con la mía. Abro el vidrio, entonces salgo al balcón. Miro a los guardias desde arriba, están hablando entre sí, ni prestan atención a lo que hago. Paso del otro lado de la verja, me agarro de la ornamentación de la pared y desciendo con cuidado. No tengo miedo a las alturas, pero si me descubren estoy perdida, mejor despacio y en silencio.

Termino de bajar y me aferro a la pared, apoyando la espalda en esta, mientras camino rodeándola. Los guardias siguen distraídos, pero están frente al lugar de la salida del jardín. Una idea se me cruza por la cabeza y agarro una piedra del suelo. Cierro los ojos y respiro profundo.

―Lista ―digo para mí y tiro la piedra a un costado para hacer ruido.

Los guardias miran para ahí y comienzo a correr a la salida.

―¡Hey! ―grita uno―. ¡Detente! ―me advierte, luego noto que levanta su arma y dispara.

No me da, intenta asustarme, creo.

―¡Cuidado! ―grita el otro―. ¡Es la zorra de Hermes, si la matas estaremos en problemas!

Parece que dudan, aunque...

―¡No soy ninguna zorra! ―respondo mientras sigo escapando.

Oigo otro tiro. No debí responder. Sigo corriendo. Estoy tan cerca.

Un auto frena delante de mí y me confundo. ¡¿Pero qué rayos?!

Un morocho con lentes y traje elegante, baja del automóvil negro y sonríe.

―Así que la zorra de Hermes.

―¡No soy ninguna zorra! ―vuelvo a decir, furiosa.

Él saca su arma y me asusta, pero les dispara a los guardias, dejándome sorprendida. No entiendo nada.

―Hola, soy Neill. ―Me agarra y me empuja dentro del auto.

¿Neill? ¿No es al que llaman "Señor de la Droga"?

Forcejeo para salir, pero es imposible, ¡me ha encerrado!

¡Maldición! Otra vez me han secuestrado, ¡¿por qué?!

Veo como entra del otro lado y el chófer arranca.

―¡Déjame salir! ―exijo.

―Vine a aclarar algunas cosas con Hermes, pero encontré algo mejor. ―Posa su mano en mi pierna y se acerca a mi rostro―. No sabía que a él le gustaran las niñas, aunque hay que decir que eso ojazos hipnotizan a cualquiera. ―Su mano pasa bajo mi falda y forcejeo. Debí haberme quedado en esa casa y no intentar escapar―. ¿Qué pasa?, ¿no te atienden bien? Yo puedo atenderte mejor.

―¡No me toques! ―Intento quitarlo de encima mientras el auto continúa en movimiento. Retrocedo sin saber qué pasa, pero al parecer la puerta no estaba bien cerrada y se abre―. ¡Ah! ―grito y me agarro de la chaqueta de Neill para no caer―. ¡Me caigo, me caigo! ―repito asustada y él se sorprende.

Agarra mi abrazo y me empuja hacia adentro, cerrando la puerta.

―Eso estuvo cerca. ―Se ríe mientras tengo la cabeza en su pecho y estoy aprisionada entre sus brazos. ¡Maldita sea, hubiera preferido caer!―. Eres muy escurridiza. ―¡¿Escurridiza, yo?! Si su auto está roto no es mi culpa―. Creo que jugaremos después. ―Saca un pañuelo de su bolsillo y me lo pone en la cara.

―¡No! ―Me lo quito.

―Quédate quieta.

Vuelve a ponérmelo en el rostro y esta vez no puedo sacármelo de encima. Noto como mi vista se nubla. ¿Qué es?, ¿cloroformo? Maldición, estoy perdiendo la conciencia.

Perversa Oscuridad: Imperio [#2]Where stories live. Discover now