17: Virginidad

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Oh, cielos, como pasa el tiempo, los días vuelan y más cuando te diviertes. A lo que me refiero, no ha sucedido ningún altercado, mi vida no ha estado en peligro y he dedicado mi tranquilidad a escribir. Esta tarde he terminado de escribir el capítulo veinticuatro de "Corazones fríos". ¡Estoy muy emocionada! He puesto todo mi esfuerzo y ya he llegado a la mitad de la historia. Guardo los papeles en el cajón del mueble de mi habitación y me recuesto en la cama, ya es tarde, debo dormir. Mañana es mi cumpleaños, si cierro los ojos voy a tener sueños eróticos, lo sé. Son mejores que mis pesadillas, pero...

"Quiero dejar de ser virgen".

Me sonrojo recordando lo que le dije a Hermes sobre que quería que me regalara. Si me lo pienso, he dicho algo tan vergonzoso. Levanto mi manta y me cubro el cuerpo, cambio de opinión y me la quito. ¡Hace calor!

En realidad no, pero lo pienso un poco y ya tengo calor.

Debería dormir.

Hace calor.

¡Tengo los nervios de punta! ¡No va a pasar nada, pero yo lo dije y estoy decidida a insistir!

Maldita perversión que sale desde lo profundo de mi ser.

~~~

Estoy sudando, sus manos tocan cada parte de mi cuerpo, me excito como si fuera lo único que importara, entonces abre mis piernas y...

¡¡Ah!! ¡¡Otra vez me despierto en la mejor parte!!

Estúpidos sueños eróticos, y mi bombacha ya se mojó de nuevo.

Me cambio y salgo de la habitación para bajar las escaleras como todas las mañanas. Veo a Hermes con su café y sus papeles en aquella mesa del living.

Me sonrojo y me acerco hasta él.

―Hola.

―Buen día ―exclama y toma un sorbo de su café.

―Eh...

Intento decir algo, pero me interrumpe.

―Feliz cumpleaños ―pronuncia, mirándome a los ojos.

―Eh, mm... gracias. ¿Cómo sabías? ―pregunto nerviosa.

―¿Recuerdas? Me lo dijiste como cincuenta veces este último tiempo. Eres una máquina repetitiva, niña.

―¡No! ―Frunzo el ceño―. Oficialmente, ahora tengo dieciocho, no me llames más niña.

―De un día para el otro no dejas de ser inmadura ―acota como siempre, sin expresión en su rostro.

―¡Malo! ―Me siento en la silla de adelante y cruzo los brazos―. Eres malo.

―Ya te dije que eso no me afecta.

Refunfuño.

―No es justo.

―La vida no es justa. ―Regresa a mirar sus papeles.

Bajo la vista y mi rubor aumenta.

―¿Reconsideraste lo que te pedí la otra vez?

―La respuesta sigue siendo no ―exclama directo.

―¡¿Por qué?! ―insisto.

―Porque no. ―Sigue cortante.

―Malo ―vuelvo a decir.

―Eres más repetitiva que cuando tenías diecisiete ―acota.

Perversa Oscuridad: Imperio [#2]Where stories live. Discover now